Tradúceme.

domingo, 24 de julio de 2016

En el lado oscuro...

No sé porque fui, me retrasé todo lo que pude pensando que ya no estarías. Al llegar te encontré esperando, sentado, leyendo un libro que dejaste abierto sobre la mesa al verme entrar. Me acerqué, sin saludar, me sentaste en tus rodillas y me besaste lentamente sin que mediase palabra entre nosotros.  Si el amor no entiende de razones, el sexo tampoco.  Mi mente no se concentró de inmediato en ti, pero mi cuerpo sabía qué le esperaba con cada una de tus caricias. Se preparó para ti, aun antes de que yo desease ser tuya. Tus manos, tus dedos siempre hábiles, buscaron esa parte de mí que siempre parece añorarte. Tanta humedad nos sorprendió a los dos. A ti te hizo perder la cabeza, y a mí, el resto de la ropa. Te perdiste entre mis piernas para terminar empapado de mi esencia, que también parece pertenecerte. Esa que echabas de menos, en lugar de echarme de menos a mí.
No me gustó que me gustase, aunque no sé de qué me extraño. ¿Cuándo ha formado parte el amor de nuestros encuentros? Me haces dudar de todo, me haces dudar de mí.
Soy la cara oculta de tu luna, la mujer con la que compartes las sombras, un inconfesable secreto. Acepté serlo y forjé mis propias cadenas. Mientes cuando dices que no puedes estar sin mí, puedes hacerlo, lo haces cada día. Tú nunca  me has amado, aunque yo siempre esperé que lo hicieras.
Recojo mi ropa del suelo en silencio. Me observas, desnudo, mientas me la vuelvo a poner. Abrocho cada botón con la misma lentitud con la que tú has hecho el gesto contrario, y veo crecer de nuevo tu necesidad de mí. Me subo el vestido, me siento a horcajadas sobre, y mientras te siento entrar suavemente en mí, pienso…
Eres la cara oculta de mi luna, un hombre con el que comparto las sombras, un inconfesable secreto. Aceptaste serlo, y forjaste tus propias cadenas. Miento cuando digo que no puedo vivir sin ti, puedo hacerlo, lo hago cada día. Yo nunca te he amado, aunque siempre espere… poder hacerlo.