Tradúceme.

martes, 9 de mayo de 2017

¿Cuánto tarda en morir el amor?

Usé para entrar en tu vida la puerta que se me ofreció, la de la amante. La de aquella que será negada y repudiada. La de aquella que espera en la sombra, oferente,  a ser reclamada, a ser amada. Creí que el amor me despejaría el camino al centro de tu vida. Y te amé, contra viento, marea y tiempo. Negando la existencia del bien y del mal. Contra toda norma o regla, escrita o no. Hice crecer mi amor hasta convertirlo en una bestia descomunal. Una bestia que siempre estuvo herida, agonizante,  y que por fuerte se pensó capaz de sobrevivir. Que se resistía y nunca tomó conciencia de la gravedad de sus lesiones. Un amor que se debate entre la vida que le di y la muerte que le das. Que no eras mío lo supe siempre, que no querías serlo, que lo sabía...me lo negué.
Y ese amor, ahora, espera la muerte por inanición. Se debilita porque ya no lo alimento,  porque ya no recojo tus sobras, porque ya no finjo que son para mi un festín. Relegado al olvido entre silencios y vacíos, entre rechazos y desplantes. Marchitándose, secándose. Espera la muerte, que dolorosa no llega, negando el descanso a los latidos aún fieros de mi corazón. Un reposo esquivo para mi alma, porque con cada uno de mis sueños, de mis fantasías, de mis anhelos, de mis deseos, queriendo que lo fuese y arrepentida de conseguirlo, yo...lo hice inmortal.