Tradúceme.

jueves, 31 de marzo de 2016

Aquella vez...

El final tuvo lugar mucho antes que el principio. Terminamos algo que no habíamos comenzado. Con el paso del tiempo comprendí que en realidad no me llegué a enamorar de ti, solo a desenamorar. Que no te llegué a conocer, sino que me di cuenta de la manera en que te desconocía. Que no me hería el perderte, sino que me sanabas de otras heridas al no tenerte. Que no me abandonaste, porque seguías estando ahí. He olvidado todos esos recuerdos que tenía, de momentos que no viví.
Sin embargo, todavía perdura en mi memoria aquella vez que te abracé. Aún soy capaz de rememorar el calor de tu cuerpo tan cerca del mío, tu risa en mi oído, tu beso en mi mejilla, y el olor de tu pelo… 

miércoles, 30 de marzo de 2016

De mis cenizas...

Renazco de mis cenizas, una vez más. Renazco a la vida por una ilusión. Por la vana esperanza que tus palabras han sembrado en mí. Por una simple sonrisa que volvió a caldear mi sangre, y la hizo recorrer mis venas ya exangües, devolviendo los latidos a mi viejo corazón.
Había muerto hace mucho, muerto al amor, a la vida que conlleva amar. Muerto de amor, por amor. Dejé de creer, de sentir. Dejé que mi piel se cuartease, que se resquebrajase, expuesta al viento frío y helado de la soledad. Que mis ojos se deshidratasen, que se secasen, después de llorar mis últimas lágrimas. Mi voz dejó de existir. Primero fue un ronco rugido de dolor, después tan solo un murmullo de pena.
 Hundí mis manos en la tierra, queriendo que me cubriese. Porque cuando uno muere, merece ser enterrado, merece descansar en paz. Merece ser ¿recordado?, olvidado. Aunque el descanso me fue en parte negado. Porque incluso desde el encierro de mi tumba podía oír como seguían viviendo, amando, los demás. ¿Los envidiaba? No, los compadecía, sufrirán mil muertes como la mía, y querrán, pobres ilusos, volver a vivir. Yo estaba a salvo de ese deseo, hasta que te conocí.
Renazco de mis restos sepultados porque arañaste la tierra que me cubría con tu risa. Renazco a la vida porque tus ojos llenaron de luz a los míos, que estaban apagados. Porque mi piel yerta sintió la calidez de la tuya, y mi voz, fue capaz de pronunciar tu nombre. Porque me hiciste creer, me mostraste una realidad, un sentimiento. Comienzo una vida, una nueva vida al amor. Con el futuro velado por una espesa niebla de incertidumbre, que tal vez, condene esta nueva existencia a la muerte. Pero ahora estoy vivo, y vivo de nuevo por amor.
Tan vivo, que me duele.

domingo, 27 de marzo de 2016

Desde el lejano ayer...

Mi pasado es un ave de carroña, enorme y negra que de tanto en tanto agita sus oscuras alas, levantando polvo y cenizas. Se alimenta de un trozo nauseabundo de mi ayer, enterrado hace mucho y vuelto a desenterrar con sus afiladas garras. Ese aleteo inesperado hace que las cicatrices parezcan frescas, que las heridas sangren como recién hechas. Que el dolor regrese, sordo, frío, lacerante. Que sienta gana de gritar ¡No! ¡Otra vez no! Que intente recordar dónde me equivoqué. Y al rememorar, le doy fuerzas a ese fantasma que clava sus zarpas hundiéndolas sin ninguna misericordia, en mi hoy, en mi vida de ahora que nada tiene que ver con la que fue ayer.
Cada vez que él regresaba se llevaba un trozo de mí. Cada vez que lo hacía urdía mil y una maneras de vengarme, de devolverle el daño y las lágrimas. En mi fuero interno deseaba verlo de rodillas, deseaba ver su sufrimiento y alejarme de él sin miramientos. Sin volver la vista atrás, sin que me remordiese la conciencia, sin que me pesase. Deseaba ser capaz de hacer lo mismo, que una y otra vez, me había hecho a mí.
Lo presentía, como se presiente el peligro oculto en la oscuridad o en la niebla. Como se teme a la amenaza conocida, aunque desconoces cuando va a aparecer. Cada mal momento en su vida lo traía de vuelta hasta mí. Yo era su original, así me llamaba, y no podía cambiar, esa era su seguridad. Remendaría con mi corazón los destrozos que alguien, y esa nunca era yo, hubiese hecho en su vida. Y cuando se sintiese fuerte, cuando hubiera recuperado lo que nunca perdía conmigo, se marcharía, sin importarle lo que destrozaba.
Presagiaba su retorno como las nubes negras presagian tormenta. Sabía que no tardaría en volver, porque las alas de esa ave carroñera habían movido el aire y con él venía su olor. El apestoso aroma de lo muerto, ese que te hace encoger la nariz y girar el rostro con cara de asco. Pero que sabía, que reconocía, como suyo. Tan suyo como las palabras dulces que ahora eran agrias. Como los besos a los que ya no lograba quitar el sabor amargo. Como las caricias que en su día fueron suaves, y ahora, arañaban mi piel. Sin embargo ¿Qué parte de mi poseía todavía? ¿Qué parte de mi maldito corazón no era aún negro? ¿Qué parte no había roto hasta dejar inservible? Y si hay una sola pizca en mí, si queda un pequeño rastro todavía de lo que había sido,  de lo que fuimos, él, triunfará de nuevo.
Exhumará los cadáveres de nuestros recuerdos juntos, les dará una vida perdida hace mucho. Los hará pasearse por mi memoria como despojos andantes, que dejan a su paso jirones de si mismos, pero nunca los suficientes como para hacerlos desaparecer. Los expondrá como si fuesen frescos, queriendo ocultar su olor descompuesto. Mi temor es ver tan solo uno vivo, sentir tan solo a uno de ellos. Que uno me haga recordar la primavera, el perfume que estrenan las flores a su comienzo, el sol, los amaneceres, esos pequeños instantes en los que logró hacer que me sintiese feliz. Y consiga que olvide cada una de las veces que se marchó, dejando tras de sí tan solo ruinas y desolación.
Mi temor es que de toda esa destrucción nazca de nuevo una esperanza, que vendrá al mundo condenada sin remedio, a una terrible y agónica muerte.


miércoles, 23 de marzo de 2016

De tu brazo...


Llovía, el paraguas, aparecido no se sabía muy bien de dónde, apenas los cobijaba a los dos. Se cogió de su brazo,sin pedir permiso, mitad tímida, mitad atrevida. Sentía como el agua le iba mojando el pelo en la espalda, como le salpicaba las rodillas y le mojaba las medias. Pero no se movió, no quería separarse de su lado. Llevaba la vista fija en el suelo, mirando los zapatos de él, y los suyos. Viendo como la lluvia los empapaba mientras sorteaban los charcos, y daban de lado a los pequeños riachuelos que se formaban cerca de las aceras. Mirando como caminaban, juntos, con el mismo paso, como si lo hubiesen hecho toda la vida, e incluso en otras vidas. Como si el hecho de estar el uno junto al otro bastase para parecer solo uno, para querer ser solo uno. El portal estaba cerca, demasiado pensó, cuando se soltó de su brazo para refugiarse dentro. Él cerró el paraguas, que desapareció no se sabía muy bien dónde, y entro tras ella. Se miraron a los ojos, con las mejillas encendidas a pesar del frío, con los ojos brillantes, y los abrigos salpicados de húmedas gotas. 
-Bien- dijo él- ya hemos llegado.
-Sí, gracias por acompañarme- dijo ella.
Se dieron la mano, como los amigos que eran. Se sonrieron y guardaron un minuto, o tal vez muchos más, de un silencio incomodo tratando de alargar el momento. Ninguno quería marcharse, ninguno sabía que decir para quedarse. Cuando ella se giró para subir las escaleras él encontró el valor para hablar.
-Me gusta llevarte de mi brazo- le dijo.
-Hubiera ido de tu brazo hasta el fin del mundo, aunque nos hubiera llovido todo el camino- respondió ella.

viernes, 18 de marzo de 2016

Lo que nadie ve..

Apenas te tengo cerca mi corazón se abre de par en par. Tú tienes la llave que lo guarda, la llave que lo encierra todo dentro de mí, hasta que llegas. Y con el amor ya libre se desata mi deseo. Liberas a esa mujer que solo existe cuando estás tú, que es ella, cuando estás tú. Casi no la reconozco, pero me gusta ser ella, también soy ella, y la dejo tomar el control de mis sentimientos, de lo que quiero, de lo que anhelo. Porque busca complacerte, y esa, es la única manera de complacerme a mí. Desatada de todo lo que me encadena, rescatada de todo lo que me ata. Ávida y ambiciosa de todo cuanto me ofreces, lo tomo. Y esa misma sensación de libertad me hace esclava de cuanto siento, de ti, de tu amor, de tu cuerpo. Intento retenerte, prolongar el momento entregándome una vez más a ti, queriendo saciarme, colmarme, llenarme. Queriendo saciarte, colmarte, llenarte. Dándote todo lo que es tuyo, porque yo lo quiero así. Deseando no dejar de ser ella, de ser yo. Me rebelo ante la idea de estar de nuevo encerrada, de encadenarme, de ocultarme dentro de mi. Pero te dejo ir...
Ella me brilla en los ojos cuando te miro, me quema en la piel cuando creo que puedo tocarte. Ella se humedece con tan solo pensarte, y me arde en las entrañas de tanto desearte. Ella espera brava e indómita, impaciente...a que vuelvas a liberarla. Yo, ansío que lo hagas.
Ella soy yo, yo soy ella...no tardes...

domingo, 13 de marzo de 2016

Preludio de un beso.

Hablamos, estamos cerca, tu mano roza la mía de vez en cuando ¿sin querer?. Alargo mis dedos para no perder ese leve contacto, queriendo. Te ríes, te miro. Mis ojos se han quedado enganchados de los tuyos, un instante más de lo que debía. Para desengancharme voy bajando poco a poco la mirada ¿tímida? ¿coqueta? insinuante, y acaricio con ella el resto de tu cara. Me detengo en tu boca, jugosa,  entreabierta, y siento la imperiosa necesidad de sumergirme en su humedad, de morder tus labios, de enredarme en tu lengua. Y sujetando la mía suspiro y giro la cabeza, mirando a ninguna parte. Vuelvo a mirarte, el viento mueve mi pelo y me tapa la cara, y dejo que lo apartes despacio. Doy un paso hacía ti, ¿o lo has dado tú hacía mí? Tienes unos ojos preciosos, tan cálidos, tan brillantes, tan vivos, tan fijos en los míos, tan cerca...tan cerca que tu aliento empieza a confundirse con el mío...

sábado, 12 de marzo de 2016

Sola.


Aquel amanecer no lo halló esperándola. Aún hacía frío, el sol apenas despuntaba ribeteando las nubes grises de un rojo intenso. La escarcha plateaba el campo, haciendo crujir la hierba bajo sus pies. Los pájaros, animados tal vez por la cercanía de la primavera ya se habían despertado, y sus trinos ponían banda sonora a ese instante. Las flores se desperezaban, estirando sus pétalos en espera de la calidez del primer rayo. El aire olía a limpio, a día recién estrenado. Un día que no tardaría en comenzar...sin él. Al menos la soledad la había acompañado hasta allí, hasta aquel lugar, era su única compañía, y se quedaría con ella,

miércoles, 9 de marzo de 2016

Una tarde, una ventana, un gorrión.


El invierno se había instalado en su vida, en su alma, de forma permanente. Él lo dejó entrar, lo dejó quedarse. Hacía mucho que sufría de una vieja herida. Muchos le habían dicho que un corazón lastimado,  roto, se cura, que un amor perdido se olvida, que le diese tiempo...al tiempo. Vivía en una pequeña habitación, con una pequeña ventana, con pequeños muebles, llena por completo de grandes recuerdos. Por aquella ventana no alcanzaba a ver más que un pedacito de cielo eternamente gris. Lleno de nubes que presagiaban las tristeza de la lluvia y en el que nunca salía el sol. Cada mañana al despertar miraba por ella para ver que todo seguía igual. Entonces sacaba uno a uno todos esos recuerdos, y aquella herida volvía a sangrar. La restañaba solo, como había hecho siempre, como seguiría haciendo siempre. Recomponía los pedazos de ese corazón fracturado, poco a poco, usaba alguno de sus mejores recuerdos, los pocos que tenía felices, para unirlos. Se agotaban, lo sabía, apenas recordaba lo que era amar, apenas lo sentía latir y un día, ya no podría más, se rendiría, o quizá ya lo había hecho.
Una tarde, una cualquiera, con más frío tal vez del habitual, cuando se arrebujaba en los recuerdos más cálidos para entrar en calor, sin conseguirlo, un sonido le llamó la atención. Hacía tanto que no oía nada que no fuesen sus pensamientos que aquel leve aleteo lo ensordeció. Miró hacía la ventana, en el pedacito de cielo gris se recortaba una pequeña figura. Un pájaro, ni siquiera tenía un trino agradable, ni un vistoso plumaje, no era más que un gorrión. ¡Vete! ¡Déjame solo! le gritó. Pero el gorrión se quedó. Se miraron de reojo y se hicieron compañía hasta que se marchó al caer la noche, para volver con las primeras luces del alba. Al pasar los días se acostumbraron el uno al otro. El uno le ofrecía unas migas del pan, y el otro picoteaba en la palma de su mano, aquel contacto era el primero en muchos años. Había encontrado un motivo para esperar un nuevo día, y no solo el de perderse en sus recuerdos y regodearse en su dolor. Y una mañana mientras esperaba el amanecer, vio con gran sorpresa que el sol brillaba tras aquellas nubes siempre grises, y sintió en el rostro su calor. Oyó, sintió un golpe dentro de él, un sonido fuerte que se repetía con cadencia. Se llevó la mano al pecho, lleno de miedo pensó que se moría. Una sonrisa, y hacía mucho que no sonreía, se dibujó en sus labios al darse de cuenta de que no era eso, sino todo lo contrario...de nuevo vivía.

martes, 8 de marzo de 2016

Entre tus brazos, entre mis brazos.

Si pudiera sostenerte así, entre mis brazos. Retenerte y no soltarte, si pudiera. Te darías cuenta de que estás a salvo, que estamos a salvo. Que el mundo entero puede estallar si quiere a nuestro alrededor, y nada nos pasaría. Si pudiera protegerte teniéndote así, entre mis brazos. Mantenerte siempre a mi lado, si pudiera. Te darías cuenta de que has encontrado tu sitio, como yo he encontrado el mío. Y es justo ese, entre mis brazos, entre tus brazos. Nuestra existencia se reduce a ese pequeño espacio, el que ocupan tu cuerpo y el mío, tan juntos, que apenas el aire cabe entre los dos. Solo ahí somos nosotros. Si pudiera mantenerte así, entre mis brazos. Resistir y no soltarte, si pudiera...

sábado, 5 de marzo de 2016

Te amo.

Tratabas de explicarme qué es el amor. Buscabas en los versos de los poetas y en el prosa de grandes escritores, queriendo encontrar la frase perfecta.
Me acerqué a ti, oculta en la madrugada, refugiada en la penumbra, y cuando estuve lo bastante cerca te susurré al oído...
Te amo, de todas las maneras que se puede amar, que sé amar.
Con la paciencia infinita de una madre. Con la inocencia de una niña. Con la complicidad de una amiga. Con la pasión desbordada de una mujer.
Te amo, con mi vida.

jueves, 3 de marzo de 2016

Cuando ya no esté...

Cuando ya no esté, cuando ya no sea más que un recuerdo que vive en tu memoria. Cuando ya no sea algo vivo, sino tan solo una imagen que se desdibuja, una voz cada vez más lejana. Cuando mis caricias ya no retengan calor alguno en tus pensamientos. Cuando no seas capaz de recrear el sabor de mis besos. Cuando ya no esté, cuando te des cuenta de que ya no estoy. Cuando quieras alimentarte de lo vivido y sepas, que no vivimos nada. Cuando eches de menos que te eche de menos. Cuando sientas el frío del abrazo que nunca más te daré. Cuando el perfume de las flores te haga cerrar los ojos buscando mi olor. Cuando no haya más palabras escritas por mí. Cuando el rumor de las fuentes en las noche de verano te haga evocar mi risa. Cuando el sonido del mar te haga rememorar los latidos de mi corazón. Cuando mires a la luna queriendo evocar mi amor. Cuando intentes encontrarme otra vez en su cara oculta... y yo...ya no esté...
Cuando ya no esté, y te desespere pensar, que vas a olvidarme.