Tradúceme.

domingo, 25 de octubre de 2015

Con el alma de invierno.

Se despertó con el alma de invierno.
Con el corazón cubierto de nubes negras.
Con escarcha en los labios, y un viento helado, que arrastraba sentimientos arrancados de sus propias entrañas, como hojas amarillentas, secas, muertas.
Se despertó cerrando los ojos, con fuerza,  para no ver, y se le llenaron de lluvia que anegó su garganta, ahogando su voz.



viernes, 23 de octubre de 2015

Los sueños...sueños son...

Y soñé.
Soñé que me amabas, que venías a mí sin miedo alguno.
Y en ese sueño tuve la certeza de que eramos, lo que de verdad somos.
Sin  mentiras, sin disimulo, sin fingir que no nos amamos.
Solo tú y yo, y el resto del mundo ya no importaba.
Y desperté.
Desperté de ese sueño, y la fría realidad me llenó de miedo.
Y en esta realidad, somos, lo que no queremos ser.
Con mentiras, disimulando, fingiendo que no nos amamos.
Tú, yo, y el resto del mundo.
Y ahora, solo pienso en dormir, soñar, y no despertar...

miércoles, 21 de octubre de 2015

Cuento ¿De hadas? (El final ¿o el principio?)

Y cuando la princesa llegó a palacio, lo primero que hizo fue buscar aquel de quien se había enamorado.
No tardó en hallarlo, en mitad de un corrillo de bellas damiselas. Todas desplegaban sus encantos haciéndole ojitos al príncipe, y él, se dejaba adular sin disimulo alguno. Era hermoso, eso era cierto. Alto, con el cabello oscuro y ensortijado, unos brillantes ojos azules enmarcados por unas larguísimas pestañas, y un cuerpo al que le sentaban bien todas las cotas de malla. Pero fue ella, y no él, quien miró con otros ojos lo que veía. Y no le gustó aquella manera frívola de coquetear con todas aquellas jovencitas. Aun así, su corazón latía como loco cada vez que lo veía, y se pasaba los días suspirando por todos los torreones. Con la mirada perdida en el horizonte pensando como sería que él le dedicase a ella aquellas sonrisas, aunque desde lejos le pareciesen tan falsas. Y con un nudo en la garganta corrió hacia al estanque, allí nadie la buscaría.
Estaba sentada junto a la orilla, dejando que sus lágrimas saladas se mezclasen con aquellas dulces. Arrepentida de no haber aceptado la poción, bebedizo, hechizo, o palabras mágicas que hubiesen conquistado el corazón de aquel..¿Por que de repente le parecía un engreído?, aunque....incluso así...ella lo amaba.
-Créeme si te digo que viene aquí a presumir, a alardear,  de sus conquistas ante los demás caballeros- dijo una voz cerca de ella.
La princesa miró a su alrededor pero no vio a  nadie, estaba sola allí, siempre estaba sola, y ese pensamiento no hizo sino recrudecer su llanto.
-No llores, no merece que lo hagas- dijo otra vez la voz
-¿Quién...?- preguntó la princesa mirando a su alrededor.
- Soy yo- esa vez la voz sonó justo frente a ella.
Y cuando levantó la cabeza vio un majestuoso cisne blanco flotando sobre las aguas del estanque.
-Si, soy yo quien ha hablado- dijo el cisne.
-Pero si eres un...
-¡Venga ya princesa! Esto es un cuento ¿No? porque no habría de poder hablar.
-Tienes razón, esto es un cuento y todo es posible. Por eso todavía me da más rabia que si todo es posible...¿Por qué es tan imposible que me ame?
-¿Qué sabes de él?-preguntó el cisne que se paseaba elegantemente sobre el agua.
-Casi nada...
-Pues voy a contarte quien es, puede que te haga cambiar de idea. Ese apuesto príncipe no es otro si no el príncipe azul de la Bella Durmiente.
-¿Y que hace aquí?- preguntó la princesa con los ojos muy abiertos por la sorpresa.
-Resulta que cuando Aurora despertó tenía un genio de mil demonios. Se enfadó por todo, porque tenía el pelo enmarañado, porque las sábanas le habían dejado marcas, porque tenía legañas, porque le olía mal el aliento. No había quien la soportase, y menos él, que esperaba ser adorado, idolatrado, mimado, y que se yo cuantas cosas más. Así que espero a que Aurora se durmiese y huyó. Creo que la pobre sigue de nuevo dormida, aunque al parecer es un alivio para toda su corte.
-¿Por qué vino aquí?
-Porque le dijeron que la princesa de este reino no era muy...
- ¡No sigas! Vino aquí porque soy fea y no se prendaría nunca de mí- dijo la princesa echándose otra vez a llorar
- No llores, él no vale esas lágrimas. Déjame contarte algo más. ¿Te has fijado en los escuderos del príncipe?
La princesa se quedó pensativa un instante y luego negó con la cabeza.
-Pues uno de ellos, uno alto y algo desgarbado, que no tiene muy buena mano con la espada pero es un buen jinete.Uno que pasa mucho de su tiempo entre libros. Uno que tañe su laúd por las noches en el jardín que hay bajo tu ventana...
-¡Lo he oído! ¡Sí! pero no se quien es...
-Pues quizá no toca justo ahí por casualidad, quizá, y solo digo quizá, deberías asomarte una de estas noches a tu ventana...Quizá, él si te ha mirado, y te ha visto tal y como eres.
-¿Cuándo?- preguntó la princesa.
-Cuando paseas sola por el bosque, o cuando subes a lo más alto del torreón y lloras pensando que allí nadie te ve, o cuando en los bailes te escondes tras las columnas pensando que nadie quiere sacarte a bailar. Y en tantas y tantas ocasiones princesa.
-¿Y cómo he podido no verlo?
-Tampoco tú miras donde, ni como debes.
La conversación duró horas, porque la princesa no tenía muchas ocasiones de charlar con alguien que la entendiese.
Y al caer la noche, cuando la luna estaba en lo más alto. La princesa oyó aquella música que tantas veces había escuchado, pero a la que nunca había prestado demasiada atención. Se asomó tímida por una rendija de la ventana. El escudero tocaba concentrado en las cuerdas de su instrumento. Desde allí no podía verle el rostro pero ¿importaba eso? Su melodía era hermosa. Sin darse cuenta tenía la ventana abierta de par en par, y ella, estaba apoyada en el alfeizar con las mejillas arreboladas. Y al terminar la pieza que el escudero tocaba, este, alzo la mirada, para ir a encontrarse con la de la princesa....
Y ese momento, y no otro, no es el final, sino el principio...de su propio cuento.

lunes, 19 de octubre de 2015

Cuento ¿De hadas?

La princesa buscó en las páginas amarillas una bruja que pudiese ayudarla. Buscaba una capaz de hacer un hechizo, uno potente, que hiciese que el príncipe cayese rendido a sus pies. Hizo que ensillasen a su corcel más brioso y se dirigió a aquel recóndito, oscuro y lóbrego lugar del bosque que figuraba en la guía. En el hueco del árbol más viejo que encuentres...aquella era la dirección, algo vaga tratándose de un bosque de árboles milenarios todos ellos. Incluso así la princesa confiaba encontrarlo.
Había pasado con mucho la edad de ser una jovencita. Tampoco era una gran belleza, y no se destacaba por su inteligencia aunque poseía un gran corazón. La belleza está en el interior, solían decirle, pero nadie en todo el reino había visto la suya.  Por todo eso, y porque se había enamorado del más hermoso de los príncipes, buscaba aquella poción, bebedizo, palabras mágicas, o lo que fuese, para que él la amase.
Entre todos aquellos viejos arboles, después de mucho buscar, vio uno, con las hojas plateadas como si fuesen canas debidas a la edad. Tiene que ser ahí, se dijo la princesa. Descabalgó junto a una grieta en el tronco que tenía todas las trazas de ser una entrada, a la guarida de la bruja...
Le costó un poco adaptarse a la oscuridad, pero cuando pudo ver pensó que se había equivocado de lugar. Ante ella, iluminada por la luz del fuego donde humeaba un caldero, no había una horrible bruja de túnica negra, pelo blanco, nariz ganchuda y verrugas en el rostro.Si no todo lo contrario. Una hermosa joven con un vestido rosado, larga melena rubia, luminosos ojos azules y sonrisa encantadora, la invitaba con un gesto de la mano a tomar asiento.
-Perdón, creo que no eres quien busco ¿tú no eres una...?
-¡Oh! No, no lo soy- dijo la joven interrumpiendo a la princesa.
-Más bien pareces una...
-¡Oh! Si, lo soy, Soy un hada. Pero es a mí a quien buscas.
-¿Cómo es posible que tú..?
-¡Oh! Ya no se gana una la vida siendo buena. Nadie parece necesitar hadas madrinas, piensan equivocadamente que la magia de las brujas es más fuerte que la nuestra. Y pocos quieren hacer las cosas bien, prefieren la manera retorcida de alguna hechiceras.
La princesa se sonrojó. Como miembro de realeza debía creer en las hadas madrinas y temer a las brujas, y sin embargo, allí estaba...
-Lo siento, no tenía intención de ofenderte hada. Es que lo que necesito es...
-¡Oh! Sé lo que quieres, y créeme, si no se ha fijado en ti es que no te merece.
-Mírame - dijo la princesa- quien se fijaría en mí habiendo en la corte tantas bellas damas.
-¡Oh! ¡Vamos! Me he pasado siglos emparejando princesas con príncipes azules, y pocas veces ha salido bien. Cuando pasan los años ella deja de ser una belleza y él...el azul no es un color duradero, destiñe y mucho. 
-Pero están Cenicienta, o Blancanieves...ellas son felices ¿no?.
-Están atrapadas en su propio cuento...solo eso, y no saben como salir de el. ¿Por qué nadie ha escrito una segunda parte de ellos? Puedo darte lo que deseas, pero cada vez que mires a tu príncipe sabrás que no te ama por ser quien eres, sino porque yo lo hechicé para ti ¿quieres eso?.
-¿Qué puedo hacer entonces? ¿Qué me aconsejas?- preguntó la princesa muy seria.
-¡Oh! es fácil. Vuelve a palacio y busca a tu príncipe. Acércate a él y míralo directamente a los ojos. Tienes unos ojos preciosos que dejan ver tu alma y tu corazón, si no ve lo hermosa que eres en ellos, es que no merece tu amor. No pierdas el tiempo con quien no te quiere por como eres, con quien no te ama porque simplemente eres tú. Con quien cuando te mira no te ve. No tengas miedo. Es él quien tiene algo que perder, no tú.
La princesa se fue de allí sin poción, ni bebedizo, ni palabras mágicas, Ahora solo le quedaba poner en practica el consejo de su hada-bruja.
Y al llegar a palacio...


lunes, 5 de octubre de 2015

Si las miradas...amasen.

El brillo húmedo de mis ojos. Esas lágrimas, que no son llanto. Ese sentimiento, esa emoción incontenible, que solo yo entiendo. Esas, que esconden, o que dejan ver, el mejor de los momentos. El único, el que no se repetirá, el que no sabré repetir porque nada será igual. Ese nudo en la garganta que no me deja hablar, solo mirarte. Ese silencio cargado de promesas, las que haría, las que si tú quieres haré.
Ese grito en mi mirada, que no oyes. Ese te quiero...al que nunca respondes.