Tradúceme.

viernes, 3 de enero de 2014

¿Año nuevo?

Los había ido acumulando durante el año, casi sin querer.
Ilusiones, esperanzas, cientos de sueños, hasta que llegó el momento. Ese momento del año en el que nada es imposible, en el que venden el hecho de que todo será como imaginas a precio de saldo. ¿Quién no lo compraría?
Ella lo hizo, invirtió lo que poseía, lo jugó todo a una misma quimera, puso en juego su corazón, incluso su alma, porque esta vez nada podía fallar. Estaba por todas partes, las luces, los colores, la música,  allá donde quiera que mirase, se vendía esa certidumbre.
Y llegó la hora, el día señalado en el calendario, y se vistió de rojo para recibir aquello con lo que soñaba. Y pasó la noche en vela para ver como se cumplían uno a uno sus deseos.
Pero el reloj siguió avanzando dejando atrás la noche y el día amaneció gris y frío, y todo, seguía igual.
El círculo se había cerrado y empezaba uno nuevo, tal vez el mismo, porque no halló diferencia alguna con el día anterior. Eso sí, no le quedaba ni un sólo sueño, ni una sola ilusión, ni siquiera una pequeña esperanza, de que algo fuese a cambiar.
Su rutina la llevó a la calle, bajo una lluvia que parecía no tener valor para arreciar. Las nubes dejaron escapar un rayo de sol de su plomizo encierro. Ella giró la cabeza en todas direcciones buscando lo que el sol suele hacer los días de lluvia, un arco iris, pero no lo encontró. Se dijo a si misma...tal vez la próxima vez que llueva lo vea...
Sin pensarlo ya tenía una ilusión, y pronto soñaría, casi sin darse cuenta. Poco a poco acumularía de nuevo una fortuna en deseos y esperanzas, para poder invertirlas...cuando llegase el momento.