Tradúceme.

jueves, 22 de marzo de 2018

Si pides un deseo...

Y te imagino mío, y solo mío. Que no amas a nadie más que a mí, que entre los motivos de que exista otra persona en tu vida no se incluye el amor, son otros, pero no el amor. Que no sientes con nadie lo que yo te hago sentir. Que solo me haces el amor a mí, que es otra cosa, cuando estás dentro de otra que no soy yo. Y que incluso en esos momentos, es a mí a quien a deseas, que soy yo quien ocupa tu mente y tu corazón...
Puede que no sea racional querer poseerte, querer ser por entero todo lo que piensas y todo lo que sientes. Que tu tiempo me pertenezca, no porque yo lo pida, sino porque tú quieras entregármelo.
Lo sé, tú no pediste ser amado así, con tanta pasión, con tanta vehemencia, sin descanso ni tregua. No pediste que yo quisiera entregarte mi vida entera, tal vez, eso nunca fue lo que quisiste. ¿Lo pedí yo? ¿Pedí amarte así? Fue quizá mi deseo no tener más vida que la que tú puedas darme. Sentir que no respiro hasta no tener tus labios en los míos, o que no me late el corazón más que cuando tu pecho se apoya en mi pecho. Que mi piel esté fría si no tiene contacto con la tuya, o que mis ojos no vean más que mi reflejo en los tuyos. ¿Quería yo eso? No lo sé, no sé si en algún momento he levantado la mirada a la luna llena o las estrellas y he soñado, deseado, pedido o rogado, amar, amar y amar sin medida alguna.
Y si lo hice, se me olvido completar la petición, debí pedir ser amada... de la misma manera.