Hay veces, que el amor que quiero darte, tropieza con una pared. Levantas un muro que no puedo salvar, tan alto que no alcanzo a ver tras el, tan sólido que mis manos no lo pueden horadar. Otras, cae al vacío, a un abismo sin fin oscuro y frío, donde queda relegado, postergado, descuidado. Algunas lo siento correr como lluvia torrencial que pasa sobre ti, tan deprisa, con tanta fuerza que no llega a mojarte, sin que hagas nada para detenerla y dejar que te inunde, el amor que quiero darte.
Tanto amor ¡tanto! desperdiciado, sin recoger, sin guardar, sin aprovechar. Como si algo con ese valor pudiese dejarse ir, así como así...
Aún me queda, todavía brota dentro de mí en este manantial que parece inagotable. Pero nada lo alimenta, nadie, salvo yo, y algún día, tal vez, quién sabe, la resistencia me falle. Entonces querrás buscar los restos junto a ese muro. Bajarás a las profundidades de ese abismo de olvido. Abrirás los brazos queriendo empaparte de ese amor, y, quién sabe, quizá ya no esté. Lo hallarás sin vida, habrá muerto, agotado, rendido, desperdiciado...
Todo este amor... que quiero darte.