Tradúceme.

domingo, 24 de mayo de 2015

Ella...

Ella era capaz de ver mares e islas dibujadas por las nubes rojas del atardecer. En esos escasos minutos que el sol tarda en ocultarse. En esos últimos segundos en los que ya no hace daño a los ojos, pero sigue regalando color, formas, sueños. En esos momentos ella no aparta la vista, y el corazón le late con la esperanza de que el fin de un día, da siempre comienzo a otro. La esperanza de que quizá lo que no ha sido posible hoy, lo sea mañana. Y a lo lejos entre las nubes encendidas ve ese castillo que hace años que construye. Tan sólido y tan real que casi podría tocarlo, si pudiese acercarse. Si tan solo pudiese acercase...
El sol se pone, el cielo convertido en mar se oscurece. Las islas hechas de nubes se vuelven grises y negras. El castillo se oculta entre ellas, se pierde de su vista. Se acaba un día. Las estrellas se van encendiendo poco a poco. La luna reinará por unas horas, luciendo como más le agrade, delgada y menuda o tal vez grande y oronda. 
Ella deja de mirar al horizonte y se va a dormir, para no dejar de soñar...

miércoles, 20 de mayo de 2015

Una siesta...

Es media tarde y hace calor. No soy muy de siestas pero me apetece una, una contigo. 
Bajo la persiana en el balcón para atenuar la luz  ardiente de principios de verano. Aunque eso nos oculte en parte la vista del jardín, La brisa hace mover las ramas en los arboles, frondosos, y con las hojas del verde más intenso que puedas imaginar. Trayéndonos el perfume que derraman las flores acariciadas por el sol. Se oye cantar una cigarra, que mejor banda sonora,  que junto al rumor del agua en la fuentecilla parece tener intenciones de adormecernos. No hace calor aquí dentro pero no llevas puesto más que la piel. Veo tu perfil recortado a contraluz. Tienes los ojos cerrados pero creo que no duermes. Alargo la mano y con un dedo, con uno solo, con el dedo corazón de mi mano izquierda te rozo. Me gusta tocarte cuando estás así, tranquilo y sosegado,  y aprenderte de memoria para no tener que cerrar los ojos al recordarte cuando no estás a mi lado. Pongo el dedo en tu frente y empiezo a descender por ella, el entrecejo, el puente de tu nariz, tu boca, tus labios, tu mentón donde siento como tu barba está queriendo crecer. Suspiras ¿duermes?. Mi dedo continua bajando por tu cuello, hasta ese hueco donde te late el pulso y me detengo ahí un instante ¿late así por mí?. Me desvío a la  derecha por el hueso de tu clavícula que tensa tu piel, el hombro, los músculos bien definidos de tu brazo, fuertes. Doy un salto mortal y hago que mi dedo caiga en tu pecho. No puedo contenerme, no me resisto a la tentación y extiendo la mano para acariciarte. Para notar ese vello oscuro, áspero y suave a la vez, en la palma de la mano. Suspiras otra vez ¿te he despertado?. Sigues con los ojos cerrados. Mi mano se vuelve tímida de nuevo y se convierte en un solitario dedo. Resbalo por tu vientre, y mi dedo sube y baja con tu respiración. Tu ombligo, una frontera. Conozco cada marca de tu piel, cada pequeña cicatriz. De nuevo me desvío a la derecha, tu cadera, tus largas y fuertes piernas ante mí. No las alcanzo sin tener que moverme. De repente me siento felina y me pongo a gatas, Cambio mi dedo por mis labios, y me tienta la posibilidad de atreverme a saltar esa frontera que un instante antes había dejado atrás, De aventurarme en lugares que aun siendo conocidos siempre son excitantes. Dejo que sea mi boca, la punta de mi lengua, quienes te vayan reconociendo. Encuentro esa parte tan masculina tuya, esa muestra de tu virilidad. Y medio gata como soy ahora te conviertes en mi juguete, en mi presa. Mis labios comienzan a buscarte, te siento crecer en mi boca. Suspiras ¿gimes? Tu mano aparta mi pelo, levanto la vista y me miras a los ojos, Y estos te preguntan...
¿Quieres que siga?

miércoles, 6 de mayo de 2015

Palabras, siempre palabras.


Mi deseo bebe de la fuente de tus palabras. Crece y se alimenta de la fuerza de mi imaginación.
Siempre palabras entre tú y yo.
Palabras enviadas lejos que se pierden. Que se pierden entre las nubes. Que se quedan prendidas en las cumbres de lejanas montañas. Mojadas por la lluvia, desechas por el viento.
¿Quién sabe dónde van a parar las palabras perdidas?
Las palabras de amor que nunca encontraron su destino. Los corazones que se rompieron por su ausencia, por esperar palabras que nunca llegaron. Palabras mudas y frías sobre un papel, sin ninguna entonación. Tan llenas tal vez de sentimientos y pareciendo tan vacías.
Mi amor bebe de la fuente de tus palabras. De la unión de cada una de las letras que componen nuestro amor. De ese pasado aún reciente. De ese futuro siempre tan incierto. De este presente tan intenso. De esa vida nuestra inexistente, ficticia, y a la vez tan real.
Mis sueños beben de la fuente de tus palabras. Sueños en los que eres mio, sin palabras, con silencios. Silencios rotos solo con gemidos, con jadeos, con suspiros, con gritos. Gritos ahogados por besos. Besos profundos, lentos, largos, sin pausa. Besos que son la caricia más completa que se pueda sentir. Besos escritos con palabras,
Siempre palabras entre tú y yo.
Un amor, reducido a unas pocas sílabas.
Tú y yo.