Tradúceme.

viernes, 22 de septiembre de 2017

Encuentros...

Entre el beso del reencuentro y el de despedida nunca pasaba mucho más de una hora. Tenían la piel entrenada, los corazones sincronizados, y el tiempo, que se quedaba en la mesita de noche resonaba en sus oídos como a son de silenciosas campanadas. Entre el primer te quiero y el voy a echarte de menos  nunca pasaba mucho más de una hora. Tenían las conversaciones medidas, esperando una tras otra el momento de ser conversadas, oídas, escuchadas. Entre el primer botón desabrochado y la última cremallera subida  nunca pasaba mucho más de una hora. Tenían las manos adiestradas, ágiles, hábiles, que desnudaban con premura en ese tiempo siempre dosificado. Entre el gemido originado por la primera caricia y el último grito que provocaba aquel acto sublime de amor, de placer, de gozo, de deleite y satisfacción.
Los dos hubieran dicho, que pasaba una vida entera...

domingo, 17 de septiembre de 2017

Tu recuerdo...

Tengo tu recuerdo posado sobre mi hombro, susurrándome al oído. Hace que me estremezca, que sonría y que gire la cabeza buscando un beso. Tu recuerdo me aparta el pelo y me hace cosquillas en el cuello.  Y yo me muerdo los labios ansiando ese beso que no llega. Podría mirarte, mirar tu recuerdo a los ojos si me diese la vuelta. Porque te siento aquí, justo aquí, y la punta de tu lengua acaricia el lóbulo de mi oreja. Ahora soy yo quien se recoge el pelo para ponerlo tras ella y, siento tu aliento en mi mano. Alargo los dedos queriendo tocar tu cara, y creo que rozo tu boca, tu mejilla, y siento áspera tu barba. Es tu recuerdo, justo aquí, sobre mi hombro izquierdo, cerca de mi corazón. No quiero moverme, no sea que se desvanezca. Me quedo quieta acogiéndolo, haciendo que sea más intenso, más real, más vívido, tanto que...
Empiezo a sentir tu cuerpo pegado a mi espalda, tus manos rodeando mi cintura, y tus labios besando ese hombro sobre el que se posa tu recuerdo. Me dejo envolver por esas caricias tantas veces sentidas y tantas recordadas. Cálidas, sensuales, anheladas y añoradas. Tu recuerdo me desnuda, con esa lentitud estudiada y deliberada que no hace sino que desee, que te desee. Tu piel toca mi piel. Tu boca busca mi boca. Esa boca que tanto he besado, que tanto he recordado. Esos besos húmedos, sexuales, ansiados y añorados. Besos que son siempre preludio y promesa, principio y fin. Y mi cuerpo se prepara para tu recuerdo, estoy lista para ti, lúbrica e impaciente, deseosa de tenerte dentro de mí...
Tengo tu recuerdo posado sobre mi hombro...


viernes, 15 de septiembre de 2017

Quiero besarte..

Te estoy mirando a los ojos. Guardo silencio porque tengo la garganta llena de preguntas. Sonrío. Te acaricio los labios con la punta de mis dedos recorriendo la sonrisa que me devuelves. Quiero besarte. Me acerco a ti y escondo la cabeza en tu cuello, y mis labios rozan tu piel, tan cálida. Te oigo suspirar y me abrazas más fuerte. Me hablas, empleas esas palabras cariñosas que me hacen sonreír, mi niña, así me llamas. Y yo, te digo que te quiero, y tú, me envuelves con tus brazos todavía más. Quiero besarte. Te miro de nuevo a los ojos, sabes cuanto me gustan, cuanto me gusta cuando veo que me miras, solo a mí. Olvido las preguntas, conozco las respuestas, y lo único que importa es que ahora estás aquí. Quiero besarte, no quiero esperar. Conozco tu sabor. Mis ojos buscan tu boca antes de que lo haga la mía, y por fin, te beso, una, dos, tres, cuatro...quien es capaz de contar los besos cuando ama, cientos, miles, millones...
Y cuando me detengo en lo único que pienso es que...quiero volver a besarte.

sábado, 9 de septiembre de 2017

Para qué...

Son muchas las veces que no te cuento lo que siento, lo que pienso. Ya me ha dolido a mí, para qué hacerte daño a ti. Me guardo, me trago las palabras hasta que me duele el estomago. Hasta que las siento compactas dentro de mí, agolpándose y empujando por salir. 
Desaparecí, eso es lo que siento y no te cuento, desaparecí, tú me hiciste desaparecer. 
No me necesitabas, y yo, no sabía que iba a ser así, eso es lo que me duele y no te cuento, no te era necesaria, y desaparecí.
Estuve perdida días y noches, me desgarré la garganta gritando tu nombre, y tú, no me oíste porque no me buscabas, desaparecí, y nadie lo sabía.
Dejé de ser, para no ser, porque ya no era nada.
Pero cuando vi tu mano tendida corrí. Cuando vi que me abrías tus brazos no lo dudé, corrí. No hice reproches, para qué, ya me había dolido a mí, por qué, para qué hacerte daño a ti.
Cuando desapareces, cuando dejas de ser sólida, cuando no eres más que...algo, sin que ese algo sea importante. Cuando crees que todo eso que crees es cierto, y ya no crees en nada. Cuando pierdes el lugar que tenías, ese que pensabas que era tuyo y te pertenecía, y ya no tienes sitio en ninguna parte. Cuando todo eso pasa, cuesta volver a ser real. Sientes que apareces para volver a desaparecer, que pierdes consistencia. Que un soplo de viento podría esparcirte y hacer que de nuevo dejes de existir. Te aferras a lo que hace que te sientas segura y firme, aquello que te devuelve a ti misma, a lo que necesitabas y siempre necesitas. A quien te recompone y te hace creer que eres y que vuelves a ser.
Por eso, aunque me calle lo que me duele, qué más da, si ya me ha dolido a mí para qué hacerte daño a ti, cuando te veo y sé que tu abrazo es mío, sin pensarlo ni un segundo... corro hacía a ti...