Tradúceme.

miércoles, 29 de enero de 2014

Del tiempo y del amor.

El tiempo, el paso del tiempo, es una constante cuando escribo, igual que suele serlo el amor.
Nada hay que se pueda hacer contra el primero, y si el segundo es fuerte, también es invencible.
Esta mañana pensaba en ese momento, que espero que llegue, ese instante en que mis palabras tomen forma y puedas sostenerlas entre mis manos, dispuesta a enseñárselas a todo el que quiera verlas. No soy de preparar discursos, suelo creer que nada sale nunca como se planea. Al menos a mi me pasa, pienso en mil maneras en las que algo puede suceder, y sucede justo de la mil una, esa que no había llegado a imaginar. Aun así, hoy, trataba de ponerme en situación y pensaba qué podría decir de todas esas páginas. 
No es en realidad más que una historia de amor, y dicho así puede parecer, quizá lo sea, poca cosa. Aunque cuando el amor es incondicional, es algo grande, muy grande. ¿Qué no se haría por la persona a quien se ama de esa manera? Si sois padres ¿Qué no haríais por vuestros hijos? Porque a ellos se les ama sin condición alguna. Y probablemente en algún momento de vuestra vida, quizá ahora mismo, amáis a alguien así, a un hombre o a una mujer. Sin que nada os importe más que lo que sentís, poniendo por delante de muchas cosas a ese ser amado. Alguien que sea vuestro principio y vuestro fin. Alguien a quien no negaríais nada, porque todo lo que sois le pertenece por vuestra voluntad. Sin condiciones, amar por el, simple, o el maravilloso, hecho de amar. De forma generosa y desprendida, sin esperar a cambio...aquí debería decir nada, pero es difícil, esa parte es la más difícil. Cuando se ama de esa forma uno puede llegar a olvidarse de si mismo, sin que por ello se parezca presa de alguna obsesión. El tiempo, dicen, lo puede todo. Borra los malos momentos, te acerca a los buenos, pasa y pasa sin detenerse arrasándolo todo tras él, nadie es inmune al tiempo. El amor, si es como tiene que ser, lo puede todo. Borra los malos momentos y hace que todos parezcan buenos, lo arrasa todo tras de si, y estoy más que segura, que nadie, nadie, nadie, es inmune a él. 
Quizá por eso, en muchas de mis pequeñas, o no tan pequeñas, historias, os encontréis al tiempo y al amor, juntos, queriendo ver cual queda por encima del otro.
Y en pensar en el amor, he empleado hoy...mi tiempo.

lunes, 27 de enero de 2014

Viajes en el tiempo.

Era una niña la primera vez que le dijeron que no podía viajar en el tiempo, pero no por ello había dejado de intentarlo.
Todo estaba borroso cuando trataba de  ir hacia adelante. Si miraba en su futuro, por más que se concentrase, no encontraba la manera de despejar la espesa niebla que lo cubría todo. Sentía que en aquel mañana nada estaba decidido aún.Todo estaba desdibujado, lineas trazadas al azar que en algún momento dejarían ver una figura, un hecho.
Sin embargo era tan fácil viajar al pasado, que a menudo pasaba horas y horas perdida en lo que fue su ayer. Algunas veces sucedía sin que lo buscase, sin pretender hacer uno de esos viajes salia despedida hacia atrás, esas, eran las veces en las que parecía que no iba a regresar.
Aquella mañana había encontrado un paquetito de cartas, envueltas con cuidado y atadas con un cordel. Estaban entre unas viejas mantas guardadas en una  caja de cartón, debajo de la cama. No recordaba haberlas puesto allí, o tal vez sí, lo que no tenía seguro era que la llevó a buscarlas.
Allí estaban las palabras, las primeras que él le escribió, las que la enamoraron perdidamente, o tal vez, ya estaba enamorada la primera vez que las leyó. En aquellos papeles amarillentos vivían aún las ilusiones, las esperanzas, el amor que ambos sentían. Brillaban las estrellas y se podía oír el rumor de un río, se olía aún el perfume de las flores. Conservaban el sabor de los primeros besos. Podía  notar en cada letra el deseo creciendo con urgencia, impacientándose, en aquella noche de verano. Las promesas estaban hechas, estaban escritas al pie de cada carta, o así las veía ella, escritas en cada te quiero, selladas con cada beso. Fue como si la primavera estallase ante sus ojos de repente y para ella sola. Volvió a aquel momento de su pasado, con el corazón golpeándole con fuerza el pecho y las lágrimas corriendo por sus mejillas. Desde ahí consiguió ver claramente su entonces futuro, el que ahora era su presente. El que habían dibujado las promesas rotas, primero la distancia, luego la espera, después; la soledad.
Puede que muchos no puedan, pero ella, puede viajar en el tiempo, es fácil, muy fácil, le basta con recordar.


viernes, 24 de enero de 2014

EL CABALLERO (3ª parte y última)

Justo a la orilla estaba sentada la joven más hermosa que jamás hubiese visto. Su larga cabellera rubia tocaba la superficie del estanque, mezclándose sus rizos con las suaves ondas que provocaba la cascada.Sus ojos eran de un azul tan profundo como las aguas de aquella laguna, y su piel parecía tan delicada como la espuma que formaba el agua al caer. El caballero se acercó con cuidado, no estaba seguro de si aquello que estaba viendo era real, o sólo producto de su imaginación.
Cuando estaba a tan sólo unos pasos, la joven se giró mirándolo directamente, no parecía sorprendida.
-Siéntate caballero- dijo la joven señalando un lugar a su lado.
-¿Me conoces?- preguntó el caballero asombrado.
-Claro, vives con el duende en el bosque, y buscas algo, que no sabes que es.
-¿Cómo sabes todo eso?
-Has paseado muchos días a la orilla del río absorto en tus pensamientos, y son fáciles de leer- explicó la hermosa joven.
-¿Quién eres?- preguntó él.
-Soy una Ondina, una hada, un espíritu del agua. Vivo en ella, me ocupo de que el río no se salga de su cauce, y de todas las criaturas que viven en él, o en su cercanía.
-Este lugar es hermoso, aunque tú lo eres más, jamás había visto belleza como la tuya- dijo con admiración el caballero.
-Y no siempre podrás verla, ya te he dicho que soy un espíritu del agua y que vivo en ella. Sólo en esta época del año, en los días brumosos como hoy a la hora del crepúsculo, cobro forma humana y puedo permanecer fuera del agua.
- He sido pues afortunado al encontrarte- se alegró el caballero.
-La tarde cae caballero, será mejor que regreses, he de irme.
-¿Estarás aquí mañana? ¿Podré verte? ¿Cómo te llamas?- preguntó apresurado el caballero.
-Me llamo Crystal- dijo a modo de despedida la joven.
La Ondina se diluyó ante sus ojos igual que la niebla, pero cuando el caballero miró en el fondo de la laguna, creyó ver aquellos ojos de mirada profunda.
Puso cuidado al regresar para recordar el camino, tenía que volver al día siguiente al mismo lugar.
Regresó día tras día a encontrarse con Crystal. El tiempo volaba a su lado y siempre se quedaba con ganas de poder estar con ella, pero la Ondina no podía vivir mucho fuera del agua e inevitablemente tenía que retornar a ella al final del día.
El otoño tocaba a su fin. Hacía algún tiempo que el duende había vuelto de su viaje, y veía marchar cada día más ilusionado al caballero a su encuentro con Crystal. Igualmente notaba su tristeza cuando con la noche ya cerrada llegaba a casa.
Una tarde cuando el frió del invierno amenazaba con instalarse, el duende habló con el caballero.
-Pronto será invierno ¿Has decidido que harás?
-¿Puedo quedarme algún tiempo más contigo?- dijo el caballero.
-Desde luego, pero durante meses no podrás ver a Crystal, lo sabes ¿verdad?
-Lo sé, y daría cualquier cosa por quedarme allí con ella, a su lado soy verdaderamente feliz.
-¿Ella te da la felicidad que buscas?- preguntó el duende.
-Sí, así es. Nunca me he sentido igual que cuando estoy a su lado. Ojalá pudiese quedarme con ella.
- Para quedarte a su lado tendrías que formar parte del bosque- dijo serio el duende.
- Lo haría gustoso, créeme, seria una piedra del río o la hierba que crece en la ribera, un simple pececillo, cualquier cosa...
- Habla entonces con ella, la magia de las Ondinas es poderosa, pueden ver el futuro. Ve, y deja que tu corazón te guíe .
El caballero se dirigió a la laguna de Crystal dispuesto a todo por permanecer junto a ella, por conseguir la felicidad que tanto había ansiado. El corazón le decía que fuese valiente, el valor era algo innato en él. El valor, el saber que era lo correcto en cada momento, y lo correcto, era quedarse en el bosque, quedarse con Crystal.
La vio de espaldas mucho antes que la joven advirtiese su presencia, era tan hermosa, irradiaba tanta paz, que el simple hecho de mirarla ya lo calmaba y le hacía sonreír. Esperaba que lo entendiese, que sintiese lo mismo y lo aceptase a su lado.
-Sé lo que vas a pedirme- dijo ella girándose y mirándolo directamente a los ojos.
-Entonces sólo has de decirme que sí- dijo el caballero acercándose.
-¿Sabes que nunca más podrás dejar este bosque?- le advirtió la Ondina.
-Lo sé, pero es mi deseo, es lo que he estado buscando todo este tiempo, esa es mi felicidad, y sólo a tu lado me siento así. Creo que desde el primer momento, desde que di mis primeros pasos en este bosque, quise formar parte de él. Sentí algo inexplicable, ahora sé lo que es, pertenezco a este lugar, y quiero quedarme aquí, si me aceptas, a tu lado.- dijo el caballero
-También yo lo sabía, lo vi en tu futuro cuando paseabas a la orilla del río. No podía decírtelo, habías de ser tú quien me lo pidiese.
-Estoy dispuesto, quiero quedarme contigo, para siempre.
Crystal se acercó a su caballero, lo tomó de las manos y poniéndose de puntillas le besó suavemente en los labios. El cerró los ojos y se dejó guiar por la joven, hasta que sus pies tocaron el agua. El corazón le latía con fuerza, casi sintió miedo, pero la voz de Crystal lo calmó.
-No temas mi amado, estarás siempre conmigo. Formarás parte del bosque, parte de mi. Eres un hermoso roble, tus raíces se adentran en mi laguna, tus ramas acarician la superficie del agua, eternamente estaremos juntos y nada nos separará.
El corazón del caballero transformado en roble, latía fuerte, seguro, feliz. Podía sentir la brisa, el calor del sol,  el agua, oír la voz de Crystal, la paz del bosque, ya era parte de él, y lo sería, hasta el fin de los tiempos...
Las hadas contaron lo sucedido al duende, y este se alegro de que por fin hubiese hallado lo que tanto y tanto había buscado.
El duende suele dar paseos que lo llevan hasta la que ahora se llama, laguna del roble. Se sienta a su sombra en los días de verano y apoya la cabeza en el rugoso tronco, para oír latir, siempre tranquilo, el corazón del caballero.

Cuentan...que en los días brumosos de otoño a la hora del crepúsculo, cuando los robles visten sus hojas del rojo más intenso y las tardes aún son cálidas. Se puede ver a un apuesto caballero, sentado cerca de una cascada con una hermosa joven de cabellos dorados como el sol, y ojos de un azul tan profundo como la laguna. Dicen...que no hay dos que se miren, con más amor...













martes, 21 de enero de 2014

EL CABALLERO. (2ªparte)

-Verás duende, desde que era niño mi destino fue ser caballero. Existe un país muy lejos de aquí, allí hay un castillo y en el nací yo. En ese lugar no todos son amigos como aquí, no reina esta paz que parece haber en tu bosque. Durante años me entrené para ser nombrado caballero. Aprendí las reglas que rigen la caballería, sobre todo la del valor. El valor no significa ser arrogante, sino tener la voluntad de hacer en todo momento lo correcto y mantener la verdad a toda costa. Dediqué mi vida a defender la verdad,  mi país, mi fe, y a mi rey, pero estoy cansado duende, muy cansado.
-¿Por qué no dejas la caballería?- preguntó el duende.
-No puedo, no sé como hacerlo. He consagrado  mi vida entera a ser lo que soy, y ahora, no sé ser otra cosa. He dejado muchas cosas de lado por complacer a mi señor. He luchado en tantas guerras que no eran mías que he olvidado que las causó. He viajado a lugares lejanos, matado dragones para salvar princesas que nunca me han amado, y me he enfrentado a hechiceros y brujas para salvaguardar el honor de otros. Siempre trato de hacer lo que se espera de mí, pero nunca hago lo que de verdad quisiera.
- ¿Y eso te pone triste? - volvió a preguntar el duende.
-Sí, no sabría como explicarte, sigo cumpliendo con mi deber, pero es sólo eso, un deber.- dijo el caballero.
-¿Y qué te haría feliz?- preguntó de nuevo el duende.
-Dímelo tú duende sabio, he venido desde tan lejos precisamente para saber eso.
Para el duende era un verdadero dilema. La felicidad podía ser tantas cosas distintas, que igualmente la hallabas en todas partes que en ninguna. ¿Qué podía hacer feliz al caballero? Desde luego ser un héroe no, ya lo era y eso no lo complacía. Quizá debía buscar la felicidad en algo más sencillo que librar batallas o matar dragones, sobre todo porque siempre hacía esas cosas para su señor y nunca para si mismo.
El duende sabía que la  respuesta a esa pregunta no podía darla él, en realidad, sólo el caballero la tenía. Se acercó y puso una de sus pequeñas manos sobre la armadura del caballero.
-Aquí está la respuesta- aseguró el duende.
-¿En mi armadura? ¿He de seguir obedeciendo y siendo un guerrero?
-No, no es en tu armadura, es justo debajo de ella, en tu pecho, en tu corazón. Debes guiarte por él, dejarte llevar por lo que sientas, por aquello que te de tranquilidad. Sólo así encontrarás tu lugar, y quizás con eso, esa ansiada felicidad.
- Pero...si regreso habré de seguir luchando, es mi obligación obedecer a mi señor- dijo entristecido el caballero.
-Quédate aquí, al menos un tiempo, disfruta de la paz del bosque.
-Así lo haré, hay algo en este lugar que no consigo explicar y..sí ¡Me quedo!- dijo entusiasmado.
El caballero se liberó del peso de su armadura y desató a su caballo, era un animal noble que volvería a su lado cuando decidiese marcharse.
Al principio, duende y caballero pasaban horas simplemente charlando. Así el primero supo de las tierras más allá de las montañas, y el segundo de los muchos seres mágicos que habitaban el bosque.
La primavera avanzaba y el caballero ayudaba en la casa todo lo que podía. Acompañaba al duende en sus visitas, incluso le echaba una mano a resolver algún problema de vez en cuando. Como cuando sacó del pozo de los deseos a dos duendecillos que jugando habían caído en él. O aquella otra en las que dos hadas discutían sobre cual de las dos era más hermosa, el caballero halló las palabras justas que conformaron a ambas.
Pasó la primavera, y también el caluroso verano.
Cuando el otoño empezaba a teñirlo todo de maravillosos colores, y las hojas de los arboles comenzaban a caer, el caballero sintió que su tristeza aumentaba. Llevaba meses allí y no encontraba la felicidad, sentía paz y sosiego pero le seguía faltando algo.
Fue por aquellos días que el duende dejó su casa para adentrase en lo más profundo del bosque, las ninfas lo necesitaban para una cuestión importante.El caballero, al quedarse solo, aún se sumió más en sus oscuros pensamientos. Salía a dar largos paseos por lugares a los que nunca se atrevió a ir sin compañía.
Una tarde, después de un día lluvioso, se alejó en demasía de la casa del duende en una de esas caminatas. La lluvia caída sobre la tierra que aún conservaba el calor del verano, dejaba un agradable olor, y en algunas partes se elevaba una ligera neblina del suelo, envolviéndolo todo en una suave bruma. Distraído como estaba con el mágico paisaje, no supo muy bien como había llegado hasta lo que le pareció un manantial. El agua caía en una preciosa cascada formando una pequeña laguna, que a pocos metros, se convertía en un caudaloso rió.
Justo a la orilla...
 

                                          Mañana o pasado...el final.



domingo, 19 de enero de 2014

EL CABALLERO (1ªparte)

Lo primero que escribí fueron cuentos. Cuentos con hadas, duendes, caballeros, princesas, criaturas mágicas, y cualquier cosa que os pueda sonar a eso, a cuento. Cuando los acababa siempre me parecían que no eran demasiado para niños, porque no conseguía darles un final, digamos, feliz al uso. Pero a mi me resultaban bonitos.
El primero que escribí, el que me servía de abanderado cuando decidía confesar a alguien esta afición que durante años he guardado en secreto, se titulaba, y se sigue titulando, El caballero.
Nunca está escondido entre los archivos y carpetas de mi ordenador, está en lugar visible, y sigue gustándome tanto como el día que lo terminé.
Como digo siempre fue mi avanzadilla, siempre dio la cara por mi, y creo que es justo que El caballero, salga de donde espera paciente, y sea de nuevo...mi caballero.
No es demasiado largo pero quizá si para leerlo aquí, creo que en un par de veces, tres a lo sumo, se podrá leer completo, quien desee y quiera hacerlo claro está.
Espero que os guste.

EL CABALLERO.

El caballero llevaba semanas de viaje, por el camino había luchado con dragones, ogros y alguna bruja. Nunca pensó que el duende al que buscaba viviese tan lejos de su país. Sólo él podía resolver sus problemas, necesitaba ayuda, y por todas partes oía hablar del duende y sus sabios consejos.
A lo lejos divisó un bosque y espoleó a su caballo para que avivase el paso, sin duda era allí donde vivía, tenía que serlo, porque ya desesperaba de poder hallarlo.. 
Al penetrar en el bosque comenzó a sentir algo extraño, que no sabia explicar ni describir, pero que en cierta manera lo inquietaba. Conforme avanzaba los arboles eran más frondosos y más grandes. Todo a su alrededor era verde, y pese a la umbría, no notaba ni humedad ni frío alguno. A pesar de la espesura cada poco encontraba claros en los que la luz del sol lo iluminaba todo, y crecían flores de los más hermosos colores. Sin duda aquel era un lugar mágico.
Encontró un sendero entre los arboles y decidió seguirlo, quizá se cruzase con alguien a quien preguntar por el duende. El camino terminaba en una casita con una puerta exageradamente grande y pintada de un color entre azul y verde, según se mirase.
El caballero ató su montura y llamó a la puerta. Él nunca había visto un duende, y le sorprendió, que ese ser pequeñito con enormes bigotes blancos y una gran sonrisa, fuese aquel de tan renombrada fama.
-Te estaba esperando caballero- dijo el duende abriendo por completo la puerta.
-¿Me esperabas?- dijo asombrado el caballero.
-Sí, las hadas me han hablado de tu visita.
-¿Cómo sabían que venía verte?- preguntó el caballero sin salir de su asombro.
- Te han visto llegar, y algunas son tan pequeñas que has podido confundirlas con simples mariposas.-aclaró el duende.
- No sé, he estado atento por si encontraba algún peligro.
-Aquí no hallarás peligro alguno, todos somos amigos. De vez en cuando alguien tiene problemillas, pero nada de importancia. Siéntate y cuéntame que te trae hasta mi. Has hecho un largo viaje- dijo el duende señalando una silla.
El caballero tomó asiento sin saber muy bien por donde comenzar. Todo llevaba sucediendo tanto tiempo que casi había olvidado cual fue el principio.
-Verás duende....

                                                             Mañana o pasado...más...


viernes, 17 de enero de 2014

Fantasía.

Quise refugiarme en ti, huir de mi, pero no te encontré. Salir de mi vida un instante, esconderme en ese mundo de fantasía que creas para mi. En el soy dueña y señora de cuanto me rodea, incluido tú. En el eres tú quien obedece cada uno de los dictados de mi corazón, que convertido en tirano, se niega a dejar que te separes de mi. Y tú, sumiso y gustoso te doblegas, dispuesto a complacer hasta el más insignificante de mis caprichos. Sin mucho esfuerzo haces realidad todos mis sueños, cualquier cosa que imagino es posible a tu lado. Podría acostumbrarme a gobernar tu voluntad, por eso no dejas que me quede, por eso he de buscarte una y otra vez hasta encontrarte. Y una vez que cruzo el umbral, una vez que mis pies tocan ese mágico lugar, sólo tengo una hora...para amar.

miércoles, 15 de enero de 2014

La "escritora".

Mojaba galletas en el café, no le gustaba, sin embargo no dejaba de hacerlo. De canela, eran sus favoritas después de las de chocolate. Quizá continuaba haciéndolo para que esos kilos de más, que no perdía hiciese la dieta que hiciese, tuviesen justificación para quedarse. Se preguntaba en qué momento se había aficionado a las galletas.Siempre fue más de salado que de dulce, y si alguien le preguntase, negaría que le gustaban. ¿Por qué demonios seguía comiéndolas?
Apartó la taza de café a medias y guardó las galletas en la lata, se acabaron las meriendas a desgana, se dijo.
Tenía trabajo pendiente y se puso a ello. Se acurrucó en el sofá envuelta en una suave manta marrón chocolate, y se colocó el portátil sobre las rodillas. El suave ronroneo del aparato al encenderse le recordó el gato que siempre que quiso y nunca tuvo ¿Por qué demonios no compraba uno ahora?.
Llevaba años escribiendo, era de las pocas cosas que la hacían sentirse orgullosa, sus palabras le daban de comer. No siempre fue así, antes tenía un trabajo de esos que algunos llamaban "normal", pero soñó con escribir desde que era una niña. Aceptaba pequeños encargos, nunca fue una gran novelista. Escribía frases, párrafos cortos que acompañaban recuerdos de grandes ocasiones, bodas, bautizos, despedidas, cumpleaños, cosas así. Palabras sentidas que se podían adaptar a cualquier evento.
Por primera vez se enfrentaba a algo distinto,todo un reto para ella, quería escribir algo con esas partes esenciales de un relato, principio, medio y fin. Ambicionaba llegar incluso hasta cien, tal vez doscientas páginas.
Releyó lo escrito hasta entonces. Trataba de imaginar, de crear, sin embargo una y otra vez terminaba escribiendo sobre ella. Con un clic de ratón eliminó el texto y acomodándose en el sofá, comenzó de nuevo.

Mojaba galletas en el café...

lunes, 13 de enero de 2014

Llovía.

El día llora su ausencia dejando lágrimas en  los cristales. Gotas que golpean con calma la ventana. Sin rabia, con dolor, con resignación. Salpicándolo todo, sin pausa, sin que haya nada que pueda detener su llanto
No halla consuelo en los recuerdos cálidos que tratan de alejar el frío, ni en el ayer, ni en el mañana.
El cielo se ha vestido del más triste, uniforme y monótono gris. Ni siquiera es capaz de sentir furia y teñir las nubes de colérico negro, de rugir, tronar y relampaguear queriendo reclamar su presencia. No tiene fuerzas, para hacer estallar la tormenta, para hacer soplar iracundo y enojado al viento.
Esperará paciente...
Y él...volverá.


sábado, 11 de enero de 2014

Un beso.

Acércate.
Deja que respire el aire que cubre tu piel.
Ven.
Mi boca está deseando rendirse al primer envite de la tuya.
Mi lengua deseando encontrarse con la tuya, para tener una larga y muda charla contigo.
Deseando decirte todo lo que no sé decir con palabras.
Deseando saber todo lo que callas.
Déjalas que conversen, que se busquen, que se encuentren, que se acaricien, que jueguen, que se amen, que sean preludio y promesa de mucho más.
Regálame tu sabor y que tu aliento sea mío.
Mírame.
Toma de mi lo que quieras.
Sea lo que sea... estoy deseando dártelo.

jueves, 9 de enero de 2014

Un cuento.

Para ser considerado caballero hay que tener al menos diez virtudes:
Bondad, valor, afabilidad, talento poético, elocuencia, fuerza, destreza en caballería, habilidad en el manejo de la lanza, la espada y el arco.
No las poseo todas. Monto a caballo sólo regular y no soy muy de armas, pero dudo que hoy en día abunden las lanzas, las espadas y los arcos, no creo que me vea en el compromiso de tener que usarlas. En cuanto a la elocuencia y el talento poético, también eso sería discutible. Y del resto, si no sobrada, creo tener suficiente. Así que me veo en facultad de nombrarme a mi misma caballero.
Dictan las leyes de la caballería que hay que respetar al débil, ser generoso con el vencido y cumplir religiosamente con la palabra.
A esto último me acojo. Di mi palabra, palabra de amor, de amar fuesen cuales fuesen las circunstancias y las adversidades. Pase lo que pase...te amaré, eso dije, y en esas palabras empeñé mi honor.
Nunca he ganado torneo alguno, aunque me haya batido en buena lid.
No he vencido, pero tampoco me he rendido.
No me queda más orgullo que ser fiel a la promesa que hice.
Mantendré mi palabra, y estará a salvo mi honor.

Que nadie se alarme, no me he comprado una  cota de malla en las rebajas. Me gustan los cuentos y las historias de amor. Porque en todo cuento que se precie hay una, y algunas historias de amor...son de cuento.
Y esto, no es más que eso...un cuento.

miércoles, 8 de enero de 2014

Tiempo.

Su vida se componía de los minutos que pasaba a su lado. No conocía los días completos, tan sólo algunas horas. Para ella no existían las semanas ni los meses, sólo ese breve momento en el que estaba en sus brazos y respiraba de su boca. Sólo entonces se sentía viva, el resto del tiempo, simulaba estarlo.
Murió muy vieja, o muy joven. 
De lo que dijeron que fue su larga vida, ella vivió tan sólo... unos pocos años.

martes, 7 de enero de 2014

Un regalo.

-Hazme un regalo.
-¿Qué te gustaría?
-Quiero una sonrisa.
-Eso es fácil.
-Entonces ¿por qué me regalas tan pocas estos días?
-No tuve motivos para sonreír.
-Regálame una, pero no así, no la fuerces. La quiero llena de magia, de calor, de amor, sincera, alegre, inocente y picara a la vez. Que llegue de tus labios a mi alma, como hacías antes.
-¿Antes de qué?
-No sé, antes de que la perdieras.
-No la he perdido, debo tenerla en alguna parte.
-Búscala, y cuando la encuentres, regálame una.

Algunas veces el regalo que más necesitamos es el que tiene que venir del corazón de otra persona. Algo tan poco material como una sonrisa, un abrazo, un beso, unas palabras... Algo tan sencillo es a veces difícil. Difícil de dar, y puede que mucho más aun de recibir. Puede que no nos atrevamos, o que no sepamos que eso es lo que esperan. Que no miremos bien a los ojos, que no oigamos en los silencios, que no hagamos caso a nuestro propio corazón. Todos los corazones son valientes, no entienden del miedo que nos infunde la razón. Tienen sus propias leyes, sus propias razones. Algunas de mis mejores sonrisas se las debo a atender precisamente a mi corazón. Creo que es mucho más inteligente que el resto de mi persona.

¿Me haces un regalo?

viernes, 3 de enero de 2014

¿Año nuevo?

Los había ido acumulando durante el año, casi sin querer.
Ilusiones, esperanzas, cientos de sueños, hasta que llegó el momento. Ese momento del año en el que nada es imposible, en el que venden el hecho de que todo será como imaginas a precio de saldo. ¿Quién no lo compraría?
Ella lo hizo, invirtió lo que poseía, lo jugó todo a una misma quimera, puso en juego su corazón, incluso su alma, porque esta vez nada podía fallar. Estaba por todas partes, las luces, los colores, la música,  allá donde quiera que mirase, se vendía esa certidumbre.
Y llegó la hora, el día señalado en el calendario, y se vistió de rojo para recibir aquello con lo que soñaba. Y pasó la noche en vela para ver como se cumplían uno a uno sus deseos.
Pero el reloj siguió avanzando dejando atrás la noche y el día amaneció gris y frío, y todo, seguía igual.
El círculo se había cerrado y empezaba uno nuevo, tal vez el mismo, porque no halló diferencia alguna con el día anterior. Eso sí, no le quedaba ni un sólo sueño, ni una sola ilusión, ni siquiera una pequeña esperanza, de que algo fuese a cambiar.
Su rutina la llevó a la calle, bajo una lluvia que parecía no tener valor para arreciar. Las nubes dejaron escapar un rayo de sol de su plomizo encierro. Ella giró la cabeza en todas direcciones buscando lo que el sol suele hacer los días de lluvia, un arco iris, pero no lo encontró. Se dijo a si misma...tal vez la próxima vez que llueva lo vea...
Sin pensarlo ya tenía una ilusión, y pronto soñaría, casi sin darse cuenta. Poco a poco acumularía de nuevo una fortuna en deseos y esperanzas, para poder invertirlas...cuando llegase el momento.

jueves, 2 de enero de 2014

Despacio...




Despacio.
Sin ninguna prisa.
Todo el tiempo del mundo, está en nuestras manos.
En silencio.
Sin palabras.
Todo lo que tenemos que decirnos, está en nuestros labios.
Déjalo crecer.
Poco a poco.
Y llegará un momento;en el que nada... pueda pararlo.