Tradúceme.

domingo, 24 de mayo de 2015

Ella...

Ella era capaz de ver mares e islas dibujadas por las nubes rojas del atardecer. En esos escasos minutos que el sol tarda en ocultarse. En esos últimos segundos en los que ya no hace daño a los ojos, pero sigue regalando color, formas, sueños. En esos momentos ella no aparta la vista, y el corazón le late con la esperanza de que el fin de un día, da siempre comienzo a otro. La esperanza de que quizá lo que no ha sido posible hoy, lo sea mañana. Y a lo lejos entre las nubes encendidas ve ese castillo que hace años que construye. Tan sólido y tan real que casi podría tocarlo, si pudiese acercarse. Si tan solo pudiese acercase...
El sol se pone, el cielo convertido en mar se oscurece. Las islas hechas de nubes se vuelven grises y negras. El castillo se oculta entre ellas, se pierde de su vista. Se acaba un día. Las estrellas se van encendiendo poco a poco. La luna reinará por unas horas, luciendo como más le agrade, delgada y menuda o tal vez grande y oronda. 
Ella deja de mirar al horizonte y se va a dormir, para no dejar de soñar...