Tuvo miedo de ella, desde el primer momento en que la vio. Desde ese instante en que sus miradas se cruzaron. Desde que estuvo tan cerca que pudo oler el perfume de su piel, y sentir el calor que emanaba su cuerpo. Tuvo miedo cuando fue consciente de que la deseaba. Miedo a que ella le correspondiese. Miedo a disfrutar de ese deseo. Miedo de hacerla suya, de poseerla. De perderse en su cuerpo, de estar dentro de ella hasta que entre gemidos le pidiese que se derramase en su interior. Miedo a querer eso una, y otra, y otra vez. Miedo a ser adicto a ella, a que su sensualidad le crease una adicción imposible de resistir. Miedo a no poder vivir sin todo eso. Sin las caricias, sin la pasión, sin el amor. Miedo a cambiar su vida, por lo que tanto deseaba. Miedo a sufrir.
Tuvo tanto miedo que no hizo nada, y la dejó marchar.
Ahora siente nostalgia de lo que no fue, y solo tiene miedo, de volver a sentir miedo...