Tradúceme.

miércoles, 17 de mayo de 2017

La cruda realidad...

Sí, me lo advertiste, me dijiste que vivía un espejismo que me alejaba de la realidad. Y que esta se abre paso, a codazos, entre una multitud de sueños hasta hacerse ver. Que siempre nos alcanza, que no hay manera de dejarla atrás y mantenerse a salvo del dolor que se siente cuando te toca. Que cualquier día un gesto, una mirada, una palabra, una sonrisa que no es devuelta, rompería la ilusión. Y aquí estoy, arrodillada, recogiendo del suelo los trozos de esa quimera. Intentado recomponer aunque solo sea una de esas fantasías para refugiarme en ella. Para cerrar los ojos y respirar, como cuando me sujetaba contra su pecho, como si fuese a volver a hacerlo. Pero son tan pequeños que no lo consigo y las lágrimas, irreprimibles, no me dejan ver. Se han hecho añicos  todos mis anhelos, pedazos de bordes afilados que me hacen daño, Las piezas que antes se acoplaban, ahora no encajan.  La forma que le di a mi amor, se desdibuja, se diluye ante mis ojos, y no queda más que una amalgama de sentimientos sin sentido aparente. Se escurren entre mis dedos todos esos sueños, que vencidos por la realidad, se mudan en oscuras y retorcidas pesadillas.
Y sigo aquí, arrodillada, recogiendo del suelo lo poco que queda, los restos de lo que estuve soñando, de lo que creí que éramos...

martes, 9 de mayo de 2017

¿Cuánto tarda en morir el amor?

Usé para entrar en tu vida la puerta que se me ofreció, la de la amante. La de aquella que será negada y repudiada. La de aquella que espera en la sombra, oferente,  a ser reclamada, a ser amada. Creí que el amor me despejaría el camino al centro de tu vida. Y te amé, contra viento, marea y tiempo. Negando la existencia del bien y del mal. Contra toda norma o regla, escrita o no. Hice crecer mi amor hasta convertirlo en una bestia descomunal. Una bestia que siempre estuvo herida, agonizante,  y que por fuerte se pensó capaz de sobrevivir. Que se resistía y nunca tomó conciencia de la gravedad de sus lesiones. Un amor que se debate entre la vida que le di y la muerte que le das. Que no eras mío lo supe siempre, que no querías serlo, que lo sabía...me lo negué.
Y ese amor, ahora, espera la muerte por inanición. Se debilita porque ya no lo alimento,  porque ya no recojo tus sobras, porque ya no finjo que son para mi un festín. Relegado al olvido entre silencios y vacíos, entre rechazos y desplantes. Marchitándose, secándose. Espera la muerte, que dolorosa no llega, negando el descanso a los latidos aún fieros de mi corazón. Un reposo esquivo para mi alma, porque con cada uno de mis sueños, de mis fantasías, de mis anhelos, de mis deseos, queriendo que lo fuese y arrepentida de conseguirlo, yo...lo hice inmortal.