Sí, me lo advertiste, me dijiste que vivía un espejismo que me alejaba de la realidad. Y que esta se abre paso, a codazos, entre una multitud de sueños hasta hacerse ver. Que siempre nos alcanza, que no hay manera de dejarla atrás y mantenerse a salvo del dolor que se siente cuando te toca. Que cualquier día un gesto, una mirada, una palabra, una sonrisa que no es devuelta, rompería la ilusión. Y aquí estoy, arrodillada, recogiendo del suelo los trozos de esa quimera. Intentado recomponer aunque solo sea una de esas fantasías para refugiarme en ella. Para cerrar los ojos y respirar, como cuando me sujetaba contra su pecho, como si fuese a volver a hacerlo. Pero son tan pequeños que no lo consigo y las lágrimas, irreprimibles, no me dejan ver. Se han hecho añicos todos mis anhelos, pedazos de bordes afilados que me hacen daño, Las piezas que antes se acoplaban, ahora no encajan. La forma que le di a mi amor, se desdibuja, se diluye ante mis ojos, y no queda más que una amalgama de sentimientos sin sentido aparente. Se escurren entre mis dedos todos esos sueños, que vencidos por la realidad, se mudan en oscuras y retorcidas pesadillas.
Y sigo aquí, arrodillada, recogiendo del suelo lo poco que queda, los restos de lo que estuve soñando, de lo que creí que éramos...