Tradúceme.

martes, 23 de febrero de 2021

Suficiente...

 

Nos pusieron una cinta parecida a esa pegada en el suelo del pasillo, dividiendo el espacio, intentándolo. Eso ocurrió hace pocas semanas en plena <<cresta de la ola>>. Todo estaba preparado, al menos en lo que al espacio se refería. No sé, si lo demás, si nosotros, o quizá deba decir siempre solo yo, lo estaba. Pero tal y como se espera  no dimos un paso atrás, aguardamos, con esa calma tensa que precede a los cambios. Y no sucedió, afortunadamente no nos alcanzó, no esta al menos. 
La cinta continua pegada al suelo.
Cada vez que camino por el pasillo y la veo la palabra que me viene a la mente es equilibrio. En los que hacemos entre las diferentes persona que somos, que nos conforman y nos hacen ser quienes somos. En los esfuerzos por mantenerlo, por no ser mucho de una cosa y poco de otra. Siempre intentando ser suficiente sea cual sea la cara que mostramos en ese momento. Suficiente siendo madre, suficiente siendo ama de casa, suficiente siendo hija, suficiente siendo hermana, suficiente siendo amiga, suficiente como ser humano, suficiente generosa, suficiente amable, suficiente profesional. Intentando siempre dar lo que puedes en cada una de esas facetas y me dejo muchas atrás. Y siempre con esa sensación de que en realidad, nada es nunca suficiente.
Nunca he visto el lado <<romántico>> de esto en lo que trabajo, lo siento, nunca lo he llegado a ver. Siempre lo he visto tal y como es, crudo, real, duro, doloroso, y tantas y tantas veces desagradecido. Siempre ha sido una lucha sin cuartel, y ahora, lo es aun más, una guerra de trincheras. Trincheras pegadas al suelo, a un lado estás a salvo y al otro...
Respiras, y te equilibras. Piensas que si en algún momento has de venirte abajo ya lo harás en casa, cuando no seas más que un mamá, o una hija, que se puede permitir el lujo de llorar sin más, solo porque sí. Porque ese día has vivido un par de situaciones en las que sentías que no eras suficiente de algo, de lo que sea. Porque siempre tenemos muchos frentes abiertos y no solo ese en el que hay cintas pegadas al suelo. Porque ese trabajo crudo, duro, doloroso y cansado algunos días amenaza con consumirte. Intenta ganarle terreno a todas esas otras cosas que somos.
Y de nuevo respiras, te equilibras, y pegas cintas para separar unas cosas de otras, unos mundos de otros, intentado siempre que eso sea suficiente, intentado ser siempre suficiente...

martes, 2 de febrero de 2021

La hermandad entre soldados...


 <<Lo único que hace la guerra psicológicamente tolerable es la hermandad entre soldados>>Sebastian Junger.

Oí esa frase en el final de un capítulo de una serie. Recordé, no las guerras vividas, pero si tantas situaciones, malas situaciones, salvadas por esa hermandad. Los que trabajan en esto en lo que trabajo yo quizá lo entiendan. Que somos capaces de sobrevivir a lo que vemos y a lo que sentimos gracias a esa capacidad, a esa hermandad que hace tolerable nuestro trabajo tantas veces. A la de unirnos y blindarnos los unos a los otros. A ser los unos la fuerza de los otros. A ser capaces de desconectar unos segundos, los justos que necesitan esa batería inacabable de energía que tenemos sabe Dios dónde para recargarse y poder seguir.  Mil veces he dicho que no soy ninguna heroína, que no libro batallas más que conmigo misma. Que no he vencido nunca a nada ni a nadie. Algunas veces ni siquiera espero que alguien me recoja o vuelva a por mi si caigo. Que tal vez yo misma esté tentada de salir corriendo en algún momento. Y entonces oí esa frase y entendí muchas cosas. Le hablé a una compañera de ella. Y en ese momento no dijo nada, pero si lo hizo días después para decirme que por mal que se pusieran las cosas, allí, nos teníamos los unos a los otros. No nos damos mucha cuenta pero somos como esos legionarios romanos que apoyaban escudo junto a escudo y repelían cualquier ataque. El enemigo, ese invisible e invencible, avanza inexorable. No da tregua. No descansa. Gana posiciones. Conquista, clavando su bandera de enfermedad y muerte allá donde hayamos intentado detenerlo. Nos replegamos. Trasladamos pacientes, cavamos trincheras, nos armamos y esperamos, con la certeza de que llegará, se quedará, intentará vencernos, gastarnos, minar nuestra esperanza. Pero el enemigo no nos conoce tanto como cree por más que nos invada. No no sabe de cuánto somos capaces.

No ha oído hablar de la hermandad entre soldados. No sabe...que somos soldados.