Me acostumbré a estar
contigo. A nuestras charlas mientras paseábamos, a confiar únicamente en ti. A
que fueses tú quien me respondiese o preguntase, quien me comprendiese y
consolase, o incluso, quien me llevase la contraria cuando era necesario. Me
entendías, sabías en cada momento qué sentía, qué me dolía, qué me preocupaba o
qué me alegraba. Hubo momentos en los que me molestaba que alguien nos
interrumpiese, que se interpusiera entre tú y yo. Reconozco que cuando no
estabas, te he buscado hasta hallarte. Me has acompañado siempre, sobre todo
cuando nadie más ha querido hacerlo, y cuando no he tolerado a nadie más, a nadie que no seas tú. Puede que me hayas hecho llorar alguna
vez, pero sé que no ha sido tu intención. No entiendo como hay quien te teme,
quien no soporta estar a tu lado. Quien cree que tu compañía no es buena. Hay
quien te evita a toda costa. Sé que algunos han sentido pena por mí, cuando han
sabido que no me dejas. No saben que es un alivio para mí que estés aquí, saber que puedo contar contigo
de día o de noche, a todas horas.
Eres mi única amiga, mi
querida amiga, mi…soledad.