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martes, 21 de febrero de 2017

Un cuento de princesas...(parece que sí va a tener final)

La princesa aplazó su decisión hasta la mañana siguiente, aquella noche no habría luna, y esas, eran las noches que el capitán de la ciudadela acudía a su encuentro. Debía darle una última oportunidad, ofrecerle una vez más su amor, su vida, y su reino.
La noche cayó como un manto oscuro y frío. Los fuegos del campamento eran alimentados por la tropa que intentaba descansar a su calor. En noches como aquella la princesa reducía la guardia, para no poner en peligro a aquel a quien amaba. Lo esperó como tantas veces, acicalada con sus mejores ropajes. Con la larga melena trenzada con lazos de seda. Con la piel perfumada por las esencias más delicadas. En esas noches no era más que una mujer, una mujer enamorada que dejaba atrás su faceta de princesa, de guerrera. Una mujer dispuesta a todo, y era esa parte, su parte de mujer que amaba la que mantenía a raya a su otra mitad. Porque el amor era más poderoso que cualquier otra cosa. 
Su amado llegó, como tantas veces, sigiloso y alerta, deseoso de ella. No hubo tiempo de palabras porque sus labios se reclamaron, sus manos se buscaron y sus cuerpos se encontraron. Solo se susurraron dulces requiebros de amor mientras sus ojos se miraban como tantas otras veces, como la primera vez. Todo era igual desde hacía años, la princesa no retrocedía, pero tampoco avanzaba.
Cuando saciaron el hambre que tenían el uno del otro ella por fin habló.
-Hace años que dura el sitio a la ciudadela. Hace años que te ofrezco, cada noche sin luna, todo lo que soy y todo lo que poseo. Haré de ti el dueño y señor de mi reino y de mi persona. Esta noche voy a volver a hacerlo, por última vez. 
La princesa había pronunciado esas palabras postrada de rodillas, no sabía qué más hacer. El capitán guardó silencio y tomó las manos de la princesa para que se alzase, pero no pronunció palabra alguna.
-¿Callas? - dijo la princesa
-¿Qué puedo decir? Mi respuesta no ha cambiado, la has oído cientos de veces. No puedo abandonar mi puesto y rendirme a ti, tengo una obligación para con mi reina. 
-¿No me amas?
-¡Sí! Pero...
-Pero el amor no es suficiente para ti. Crees que dejar lo que tienes por amor es una deshonra. 
El capitán bajo la mirada apartándola así de los ojos de la princesa que parecía querer ver en su interior.
-¿Me niegas tus ojos amor mío?¿Qué me escondes? ¡Habla!
-¿No tienes así lo que quieres?
-¿Crees qué es esto lo que quiero? Un encuentro furtivo, unas pocas horas de amor. Un hombre en mi lecho. Podría buscar al más apuesto y fornido de mis caballeros y ofrecerle mis favores, si eso es lo que quisiera. Cualquiera de ellos estaría más que dispuesto¡Cualquiera!
-No alces la voz o acudirá tu guardia.
-¿Tienes miedo? Si no lo tienes deberías tenerlo. No eres más que un cobarde, pensaste que podrías mantenerme aquí el resto de mis días. Si, me amas, es posible, pero no lo suficiente. Y si no me amas deberías temerme, deberías temer la furia de una mujer despechada. Durante años te he entregado mi amor, he truncado mi vida por una espera inútil porque tú nunca pensaste aceptar ¡¿Verdad?! Pedías tiempo, tiempo, tiempo ¡Tiempo!
La princesa caminaba por la tienda fuera de sí, cegada por la cólera desenvaino su espada y la acercó al cuello del capitán.
-Sal de aquí antes de que acabe yo misma con tu vida. Mañana al alba arrasaré esa ciudadela que tanto amas y destronaré a esa reina a la que veneras. No podrás resistir la fuerza de mi ejercito, porque todos ellos darían la vida por mí y nada los detendrá. No dejaré ni una sola piedra en pie, le quitaré la vida a todo aquel que se interponga en mi camino, prenderé fuego a los graneros y sembraré de sal los campos, no deseo reinar en ese lugar, solo quiero verlo desaparecer. 
El capitán sentía el frió del acero en la piel, y miraba a la princesa como si no la reconociese.
-Te equivocas...amor
-¿Cómo te atreves a llamarme así? Si estoy equivocada quédate esta noche y márchate conmigo mañana. Ordenaré levantar el campamento y nos iremos. Tu ciudadela y tu reina estarán a salvo. Si me equivoco te pediré perdón, y todos mis ofrecimientos seguirán en pie.
El silencio más absoluto fue lo único que oyó la princesa.
-¡Maldito cobarde! ¡Vete! ¡Vete!
A los gritos de la princesa acudió rauda su guardia. El silbido de espadas desenvainándose y el sonido de las armaduras de los hombres que corrían, hizo que el capitán huyese.
Cuando entraron en la tienda con gran estruendo encontraron a su señora sola. Todos cayeron de rodillas ante ella y bajaron la vista, nunca habían visto a tan hermosa dama con sus ropas más íntimas. La princesa se cubrió con una capa y les mandó levantarse. El capitán de su guardia, su soldado más valeroso, dio un paso al frente esperando ordenes. Solo le dijo una única palabra, pero fue suficiente.
-¡Mañana!.

viernes, 10 de febrero de 2017

Si lo hubiese sabido...

Debiste decírmelo, dijo ella.
Decirte qué, dijo él.
Aquel día, cuando nos conocimos, cuando el destino me puso en el camino correcto, en el que llevaba a ti. Debiste mirarme a los ojos y decir...
"Un noche de verano dentro de algún tiempo te invitaré a cenar. Tú aceptarás sin dudar porque para ese momento yo ya habré empezado a distinguirme entre los demás. Aceptarás porque tu alma reconoció a la mía en el mismo momento en que nos vimos. Porque tu corazón ha ido sintiendo al mío poco a poco, día a día. Esa noche te besaré por primera vez, aunque ya haya imaginado ese beso cientos de veces. Esa noche te estrecharé en mis brazos por primera vez, aunque haya deseado ese contacto miles de veces. Esa noche te diré que te quiero por primera vez, aunque mi corazón lleve gritándolo mucho tiempo. Esa noche serás mía, seré tuyo, por primera vez, aunque en mis sueños te haya hecho el amor cada noche. Ahora no lo sabes, pero me amarás como nunca has amado a nadie, y yo te amaré en la misma medida. No querrás alejarte de mi, y yo, querré estar siempre a tu lado. Nos haremos promesas que no nos costará cumplir, porque todas ellas implicarán amor. Porque el nuestro fue un amor de almas antes que de cuerpos."
Si te hubiese dicho todo eso, me habrías mirado como si estuviese loco, dijo él.
No amor mío, yo hubiese hecho caso a mi corazón mucho antes y no hubiésemos perdido todo ese precioso tiempo, dijo ella.
En el beso que hubo después de esas palabras no hablaron ninguno, aunque se entendieron muy bien...en ese largo silencio.

viernes, 3 de febrero de 2017

Un día...

Un día, uno cualquiera, sin que quizás en ese momento creas que hay razón porque la razón se haya ido gestando poco a poco en el pasado, te lo negaré todo.
Te negaré mi sonrisa, mis palabras, mi voz, el brillo de mi ojos al mirarte. Te negaré mi abrazo, mis caricias, la pasión de mis besos y la calidez del interior de mi cuerpo. Te negaré mi presencia, y te regalaré mi ausencia. No volverás a ver, ni a oír, ni a sentir el amor. Todo lo que crees que te pertenece, ya no será tuyo. Sabrás, que eso que ahora te parece algo tan simple como un sentimiento, era tu vida. Que soy yo quien te la daba al amarte, que te hago vivir cuando te amo, y que sin mí, no te queda nada. Sabrás que lo tenías en tus manos, mi amor, mi corazón, y que se ha ido, que lo has dejado escapar. Lamentarás las horas, los días perdidos. Lamentarás todo aquello que no has dicho, todo lo que no me has dado. Te arrepentirás de no haber hecho nada por retenerme, por retener a quien te amaba, a quien tanto te amó. Por no haber pronunciado ni una sola vez esas dos palabras. Tan pequeñas, tan grandes. Hubiese bastado con que una sola vez dijeses lo que sentías, solo dos palabras...te amo.
Y yo, hubiese seguido siempre aquí.