Te esperaba, siempre te he esperado, todo lo que recuerdo de mí vida no es más que lo que sucedió mientras llegabas. No supe que eso era lo que hacía hasta que no apareciste. Que ese continuo pasar del tiempo, que esos días, meses y años, no eran de verdad una vida. No fue de repente, mentiría si dijese eso. Al principio no te vi, y pasaron estaciones enteras hasta que me di cuenta de que eras tú, y que yo te estaba esperando. Pero cuando lo hice, cuando mis ojos por fin fueron capaces de ver... Fue como nacer, como abrir los ojos al mundo y sentir que el corazón te late, que respiras, que estás viva. Me dijeron que simplemente me había enamorado, como si aquello que sentía fuese algo que pudiese relacionarse con la simpleza. No, no era solo eso. Me dijeron que se me pasaría, que el enamoramiento no es más que una enfermedad y que se resuelve en pocos meses. Como si yo necesitase una cura, como si quisieran salvarme de ti. No, no era eso, y si lo era yo no quería sanar.
Y te amé, de todas las maneras en que es posible amar. Te amé con la locura cuerda del que ama. Te amé como si no hubiera nada más en el mundo que tú, con la ceguera que me producía tu luz. Te amé con las consecuencias de amarte sin pensar jamás en ellas. Te amé con mi vida, porque tú me la habías dado, porque te pertenecía.
Desoí consejos, palabras, argumentos, advertencias. Desoí a esa pequeña parte de mí que había quedado a salvo de ti. Una minúscula porción de mi que se resguardó de la devastación de amarte. Tan pequeña que ahora parece no bastar para reconstruirme. Tan diminuta que no es suficiente para devolverme a aquella vida, que no era vida sin ti, pero que ahora...es lo único que me queda.
Sobrevivo a base de recuerdos desde que no estás, tan desgastados que ya no distingo sin en algún momento fueron realidad. Sobrevivo de la esperanza y de alguna ilusión que no se ha roto, ambas inútiles e intactas.
Me dijeron que ahora sufro de desamor, como si supieran lo que es sufrir...
¿Te he contado que te esperaba?