Tradúceme.

viernes, 22 de septiembre de 2017

Encuentros...

Entre el beso del reencuentro y el de despedida nunca pasaba mucho más de una hora. Tenían la piel entrenada, los corazones sincronizados, y el tiempo, que se quedaba en la mesita de noche resonaba en sus oídos como a son de silenciosas campanadas. Entre el primer te quiero y el voy a echarte de menos  nunca pasaba mucho más de una hora. Tenían las conversaciones medidas, esperando una tras otra el momento de ser conversadas, oídas, escuchadas. Entre el primer botón desabrochado y la última cremallera subida  nunca pasaba mucho más de una hora. Tenían las manos adiestradas, ágiles, hábiles, que desnudaban con premura en ese tiempo siempre dosificado. Entre el gemido originado por la primera caricia y el último grito que provocaba aquel acto sublime de amor, de placer, de gozo, de deleite y satisfacción.
Los dos hubieran dicho, que pasaba una vida entera...