Había ido llenándose de ilusiones, tan poco a poco que ni siquiera se dio cuenta. Día tras día quiso hacer suyo aquello que le era imposible poseer. La felicidad parecía estar en un escaparate. Como uno de esos vestidos caros expuestos de cara a la calle. Puedes mirarlo al pasar, incluso entrar y probártelo. Piensas que te sienta bien, que parece hecho a tu medida, hasta que le das la vuelta a la etiqueta y sabes que jamás podrías pagarlo. Que no es para ti. Que nunca será para ti.
Había estado usando una felicidad prestada. La esperanza de conservar su sueño había ido creciendo, como un globo que se infla, más, y más, y más...Tanto que sentía que podía levantar los pies del suelo y volar, simplemente aferrándose a aquello que deseaba.
No vio a la realidad abriéndose paso a codazo limpio. Con el rostro frió y cruel de quien sabe que va a hacer daño. No vio como la miraba, riéndose de ella. Mofándose de todos esos sueños que sostenía primorosamente, como una niña que sujetase un ramillete de globos de colores atados a su pequeña muñeca.
No supo en que momento estalló el primero, quizá con aquel ¡No! o con el primer ¡Nunca!.
O tal vez lo hicieron todos juntos, con un estruendo ensordecedor cuando oyó que él le decía entre risas...¿Cómo has llegado a pensar que...?