Anoche, en esa hora fronteriza entre un día y otro. Cuando el calor de la tarde aún se resistía a marcharse. Cuando la luna lucía en el cielo casi llena, acabando de completarse, llovía. Gotas grandes, pesadas, gruesas, lentas, que golpeaban el suelo todavía ardiente sin dejar apenas rastro. No hubo tormenta, ni nubes que la presagiasen. La noche no se abrió en dos cortada por los relámpagos. Solo había silencio, solo estábamos la luna y yo. Y una de esas peticiones que hacen los que esperan, los que aman, los que desesperan ..a esa misma luna que une a los amantes en la distancia.
Y esas gotas grandes, pesadas, lentas, fueron las lágrimas de la luna que lloraba conmigo tu ausencia. Qué no habrá visto la luna, qué no habrá oído, cuánto no habrá llorado...
De noche, en esa hora fronteriza entre un día y otro.