Y cuando la princesa llegó a palacio, lo primero que hizo fue buscar aquel de quien se había enamorado.
No tardó en hallarlo, en mitad de un corrillo de bellas damiselas. Todas desplegaban sus encantos haciéndole ojitos al príncipe, y él, se dejaba adular sin disimulo alguno. Era hermoso, eso era cierto. Alto, con el cabello oscuro y ensortijado, unos brillantes ojos azules enmarcados por unas larguísimas pestañas, y un cuerpo al que le sentaban bien todas las cotas de malla. Pero fue ella, y no él, quien miró con otros ojos lo que veía. Y no le gustó aquella manera frívola de coquetear con todas aquellas jovencitas. Aun así, su corazón latía como loco cada vez que lo veía, y se pasaba los días suspirando por todos los torreones. Con la mirada perdida en el horizonte pensando como sería que él le dedicase a ella aquellas sonrisas, aunque desde lejos le pareciesen tan falsas. Y con un nudo en la garganta corrió hacia al estanque, allí nadie la buscaría.
Estaba sentada junto a la orilla, dejando que sus lágrimas saladas se mezclasen con aquellas dulces. Arrepentida de no haber aceptado la poción, bebedizo, hechizo, o palabras mágicas que hubiesen conquistado el corazón de aquel..¿Por que de repente le parecía un engreído?, aunque....incluso así...ella lo amaba.
-Créeme si te digo que viene aquí a presumir, a alardear, de sus conquistas ante los demás caballeros- dijo una voz cerca de ella.
La princesa miró a su alrededor pero no vio a nadie, estaba sola allí, siempre estaba sola, y ese pensamiento no hizo sino recrudecer su llanto.
-No llores, no merece que lo hagas- dijo otra vez la voz
-¿Quién...?- preguntó la princesa mirando a su alrededor.
- Soy yo- esa vez la voz sonó justo frente a ella.
Y cuando levantó la cabeza vio un majestuoso cisne blanco flotando sobre las aguas del estanque.
-Si, soy yo quien ha hablado- dijo el cisne.
-Pero si eres un...
-¡Venga ya princesa! Esto es un cuento ¿No? porque no habría de poder hablar.
-Tienes razón, esto es un cuento y todo es posible. Por eso todavía me da más rabia que si todo es posible...¿Por qué es tan imposible que me ame?
-¿Qué sabes de él?-preguntó el cisne que se paseaba elegantemente sobre el agua.
-Casi nada...
-Pues voy a contarte quien es, puede que te haga cambiar de idea. Ese apuesto príncipe no es otro si no el príncipe azul de la Bella Durmiente.
-¿Y que hace aquí?- preguntó la princesa con los ojos muy abiertos por la sorpresa.
-Resulta que cuando Aurora despertó tenía un genio de mil demonios. Se enfadó por todo, porque tenía el pelo enmarañado, porque las sábanas le habían dejado marcas, porque tenía legañas, porque le olía mal el aliento. No había quien la soportase, y menos él, que esperaba ser adorado, idolatrado, mimado, y que se yo cuantas cosas más. Así que espero a que Aurora se durmiese y huyó. Creo que la pobre sigue de nuevo dormida, aunque al parecer es un alivio para toda su corte.
-¿Por qué vino aquí?
-Porque le dijeron que la princesa de este reino no era muy...
- ¡No sigas! Vino aquí porque soy fea y no se prendaría nunca de mí- dijo la princesa echándose otra vez a llorar
- No llores, él no vale esas lágrimas. Déjame contarte algo más. ¿Te has fijado en los escuderos del príncipe?
La princesa se quedó pensativa un instante y luego negó con la cabeza.
-Pues uno de ellos, uno alto y algo desgarbado, que no tiene muy buena mano con la espada pero es un buen jinete.Uno que pasa mucho de su tiempo entre libros. Uno que tañe su laúd por las noches en el jardín que hay bajo tu ventana...
-¡Lo he oído! ¡Sí! pero no se quien es...
-Pues quizá no toca justo ahí por casualidad, quizá, y solo digo quizá, deberías asomarte una de estas noches a tu ventana...Quizá, él si te ha mirado, y te ha visto tal y como eres.
-¿Cuándo?- preguntó la princesa.
-Cuando paseas sola por el bosque, o cuando subes a lo más alto del torreón y lloras pensando que allí nadie te ve, o cuando en los bailes te escondes tras las columnas pensando que nadie quiere sacarte a bailar. Y en tantas y tantas ocasiones princesa.
-¿Y cómo he podido no verlo?
-Tampoco tú miras donde, ni como debes.
La conversación duró horas, porque la princesa no tenía muchas ocasiones de charlar con alguien que la entendiese.
Y al caer la noche, cuando la luna estaba en lo más alto. La princesa oyó aquella música que tantas veces había escuchado, pero a la que nunca había prestado demasiada atención. Se asomó tímida por una rendija de la ventana. El escudero tocaba concentrado en las cuerdas de su instrumento. Desde allí no podía verle el rostro pero ¿importaba eso? Su melodía era hermosa. Sin darse cuenta tenía la ventana abierta de par en par, y ella, estaba apoyada en el alfeizar con las mejillas arreboladas. Y al terminar la pieza que el escudero tocaba, este, alzo la mirada, para ir a encontrarse con la de la princesa....
Y ese momento, y no otro, no es el final, sino el principio...de su propio cuento.