Tradúceme.

domingo, 9 de noviembre de 2014

¿Venganza?.

Paseé el puntero del ratón hasta abandonar su nombre y abrir una nueva pestaña en la pantalla del ordenador. 
No abrí su correo pero cometí el error de buscarlo a él. Solo tuve que teclear su nombre en una de esas páginas donde todo el mundo es "amigo". El segundo Víctor Vega que apareció fue precisamente "mi Víctor". 
Allí estaba, sonriente y abrazado a su mujer al pie de la Torre Eiffel. Con una cazadora de cuero negro y unos vaqueros que casi creí reconocer. Parecía tan feliz, que en ese instante, le odié, olvidando que yo también lo era en esos momentos ¿lo era realmente? Sí, tenía que serlo, tenía que ser mucho más feliz que Víctor, él no se merecía mi infelicidad. Curioseé por la página un poco. El hotel de su suegro, el restaurante, las habitaciones, y el resto de París, parecía que habían posado derrochando su amor en todos aquellos lugares.Todo el mundo comentaba la buena pareja que hacían, lo bien que se les veía juntos. Todas sus fotos estaban llenas de comentarios de buenos augurios. El mundo entero parecía rendirse a sus pies.
 La sangre me hervía pensando que quizá solo yo sabía lo falso que podía ser, que todo aquello no era real, solo era precisamente una fotografía, un escaparate, una pose. Detrás de aquella atractiva sonrisa se escondía un hombre que mentía. Nos mintió a las dos, eso fue lo que hizo. Quien sabe si no volvía a mentirle de nuevo a ella, Quien sabe si en aquel correo que me esperaba no quería volver a mentirme. Mi corazón se enfrió de golpe, mi mente se volvió calculadora. En apenas unos segundo imaginé de todo, y lo pero era que imaginaba venganza. ¿De dónde había salido esa Valentina vengativa? Deseé destrozar todo aquello, todas aquellas imágenes. Siempre había deseado su felicidad pero en ese momento hubiese dado cualquier cosa por ver sus lágrimas, por ver como suplicaba perdón, como rogaba y mendigaba amor. Quise devolverle uno a uno todos mis días a su lado. Quería ver como se convertía en un ser tan patético como yo había sido. Deseé poder despreciar lo que me ofreciese, ser capaz de disfrazar mi rabia de amor, y mentir, mentir, mentir y mentir. Ser capaz de urdir la más vil de las venganzas y , desde luego, ser capaz de llevarla a cabo.
Pero antes tenía que saber que demonios quería de mí