Yo, que envié mi alma en tu busca y congelé mi corazón en tu espera. Que dejé de respirar, de ver y de oír, que dejé de sentir, de vivir. Yo, que me detuve en el tiempo. Que dejé que pasasen días y noches, frío y calor. Que dejé menguar y crecer a la luna. Y todo, sin que nada de lo que me sucediese importase. Yo, que desaparecí, que me aferré con uñas y dientes a lo imposible sin conseguir asirme a nada, hasta que dejé de existir. Yo, que no era yo porque no era nadie, vuelvo a la vida hoy.
Traías mi alma en tus ojos y el calor de mi corazón en tus manos. El aire de mis pulmones en tus labios y mi vida entera en tu abrazo. Traías contigo el silencio y has hecho que el tiempo huya llevándose el pasado con él, dejando solo el presente y ese siempre caprichoso futuro. Sanando las heridas que yo misma me infligí, volviendo dulces y alegres mis lágrimas.
Y ahora, que de nuevo vivo, que soy yo y existo por ti, las únicas palabras que soy capaz de escribir son...te amo.