Me pregunto si las almas del purgatorio conocen cómo es el
cielo, y el infierno. Si purgan sus faltas sabiendo cómo es esa gloria eterna
que se les promete. Toda esa paz, todo ese amor. Si temen fracasar al expiar
sus culpas. Y si tras pasar toda una eternidad haciendo penitencia no consiguen redimirse, acabando así en el abismo del averno. Sentenciadas para siempre a
los más crueles tormentos. Tal vez solo esperan, esperan, esperan y esperan
entre lamentos y ruegos, a que se les perdone. A que un dios benevolente los
libre de ese perpetuo y expectante castigo.
Yo soy una de esas almas. Perdida en tierra de nadie.
Suspendida en ese lugar intermedio que no es ni una cosa ni otra. Extraviada
Desconociendo mí destino. Desorientada. En espera del perdón por un pecado que
no recuerdo haber cometido. Atormentada. Afligida en este espacio vacío en el que
únicamente siento tu lejanía. Desconsolada. No hay más que oscuridad a mí alrededor. Solo
frío. Solo silencio.
Tú, me has condenado.