Ando
perdida entre los distintos tonos de gris de las nubes. Se mezclan con algunas
de un blanco tan luminoso que hace daño mirarlas. Juegan con trozos de un cielo
azul tan limpio, que parece mentira que a ratos tenga tantas manchas. No hay
borde de plata en ninguna, ni en esas gris perla, ni esas gris marengo, ni en
aquellas que son de un tono casi negro. En alguna de ellas estoy yo, pero no me
encuentro. Salí en tu busca cuando lucía el sol, pero al no hallarte, se ha ido
nublando. Por lo que te echo de menos diría que estoy en las más oscuras, pues esa tonalidad han ido tomando mis pensamientos. Los he ido oscureciendo con esos malos
sentimientos, con esas inseguridades, con eso que los demás llaman celos. Pero
conservo una leve esperanza de que aparezcas. Tal vez no esté en las más negras,
puede que en una de esas esas que parecen hechas de algodón. Aunque
el día no se aclara, y por más que lo intento, cada vez está el cielo más
cubierto. Espero que no haya tormenta, solo la desesperación, la perdida de la
ilusión, hacen que se desborden mis lágrimas. Entonces todo se volvería de tan
renegrido casi tenebroso, y los rayos partirían en dos el firmamento, como en
dos o en más se rompería mi corazón. Veo un rayo de sol. ¡Sí! ¡Allí, entre las
nubes más blancas! ¿Eres tú? Y ante la esperanza mi alma vuela.
No…
Era tan solo un alma más feliz que la mía, tan radiante, que me has parecido
tú. Sigo perdida, entre tanta nube plomiza. Cada vez son más espesas, cada vez
más sombrías, ya no distingo un gris de otro, todo tiene el mismo tinte triste y apagado.
No hay pedazo de cielo azul que se pueda ver, y el sol no será capaz de colarse
entre ellas. Quizá sea mejor que busquéis refugio, porque no sé en qué nube
estoy pero por lo que alcanzo a ver, y al no encontrarte, está a punto de
comenzar a llover.