Tradúceme.

martes, 28 de junio de 2016

¿Un final?

Bebió un sorbo de la copa que sostenía en las manos, el cava estaba frío todavía. Dejó que le recorriese la garganta y se llevase con él la sensación de soledad que la embargaba en ese momento. Se tragó a la vez un par de lágrimas que llevaban rato atenazando su garganta. Miró hacia atrás, a la fiesta. Nadie le prestaba atención, nadie se daría cuenta, mejor así pensó. Soltó la copa en el suelo. Desabrochó las hebillas que sujetaban las sandalias de tacón a sus tobillos y se descalzó. La falda amplia de su vestido no le impediría alzar las piernas hasta poder subirse a la balaustrada. La sintió fría entre las piernas antes de girarse y quedar sentada de cara al precipicio. El viento le apartó el cabello de la cara, tal vez para darle oportunidad de ver con claridad. Lo que iba a hacer estaba decidido, era la única manera de no faltar a su promesa, y la única, de hacer lo que creía justo. De todas maneras vivir resultaba últimamente demasiado doloroso, y aquella era la forma de librarse del dolor. Repasó mentalmente en pocos segundos todos los pormenores, había tenido cuidado con los detalles, nada podía salir mal salvo, que le faltase el valor en el último momento. Eso no iba a pasar. Cerró los ojos y contuvo el aliento pensando que solo saltaba al agua. Alzó los brazos, como si fuese a echarse a volar, y se dejó caer. No llegó a oír los gritos de quienes la llamaban a voces para que se detuviese, porque la ensordeció el viento. Y mucho menos los de los que la observaban desde arriba, porque se había perdido en la oscuridad de la inconsciencia. Algunos apartaban la mirada de aquel cuerpo que la espuma, teñida de rojo, trataba de cubrir sobre las rocas.