-Dependo de ti.
-¿Qué?
-Que dependo de ti, cuando pasa un sólo día sin saber de ti yo...
-Quizá si hubieras perdido la cabeza por mi aquella noche. Quizá si hubieras pensado entonces que me querías tanto que no podrías estar sin mi, puede que...
-No se trata de perder la cabeza. Tú no sabes cómo tengo de perdida la cabeza por ti.
-¿Qué quieres? Dime qué quieres, si no me lo dices no lo sé.
-No me fuerces a tomar decisiones.
-Yo...no...no pretendía...
-No, no me preguntes ahora eso, ahora no puedo pensar.
Los acogía una habitación en penumbra, una ventana abierta a la noche, una cama deshecha. Refugiados en la oscuridad pusieron el corazón al descubierto.
-No llores.
-No lloro.
-Estamos hablando.
-Lo sé.
Los besos de él se bebieron las lágrimas de ella. Sus manos se buscaron en la oscuridad y las caricias restañaron las heridas, el amor...
Dos horas después, amanecía la realidad.