Tenía la esperanza sujeta con alfileres al alma. Cada mañana ella misma los clavaba uno a uno, prefiriendo ese dolor al que sentía cuando pensaba que la perdía. ¿Qué haría sin ella? ¿Cómo continuar soñando si ya no la tenía? Siempre le dijeron que era lo último que te abandonaba, malditas frases hechas que no sirven más que para engañarla. Ella sabía que se le desprendían enormes trozos de esperanza, con cada ausencia, con cada te quiero sin respuesta, con esos besos que continuamente robaba. Cada noche, antes de ir a dormir, la remendaba. Cosía los huecos con palabras que ella misma inventaba, y la dejaba reposar, para no malgastarla. Era entonces, cuando encontraban su lugar las lágrimas...las que sin remedio traía, la desesperanza.
El sueño la vencía, y en ellos soñaba que su esperanza se sujetaba sola a su alma, sin que el dolor la acompañase.