En la gélida madrugada la escarcha espera el amanecer. Fría y helada, anhelante y deseosa. Soñando con el momento en que el sol salga, en que la bruma se retire y la luz cálida por fin la alcance. Suspira por refulgir un instante bajo esa luminiscencia, fundirse en esa ardiente y breve caricia. Entregarse por completo en ese encuentro intenso y efímero que la hará brillar, brillar...y desaparecer.