No siente frío, porque
espera el calor de los abrazos.
No siente hambre,
porque espera alimentarse de caricias.
No siente sed, porque
espera beber de sus labios.
No ve, porque sólo lo
hace a través de sus ojos.
No oye ni habla, si no
son palabras de amor.
Más... ¿Late su
corazón? ¡Vive Dios que así es!
¡Corred! ¡Corred! ¡Dad
deprisa la noticia!
Quizá creyendo
despertar a una dulce criatura, él, no hace más que sacar de su
letargo a un terrible monstruo. Un ser hambriento de amor, necesitado,
insaciable, incapaz de sentirse lleno de ese hermoso sentimiento. Quizá
contemple con horror a aquella que tiene ante sí, tan bella, y a la vez, tan horripilante.
Preguntándole al destino, gritándole más bien, ¡¿Por qué?!
Devorado y consumido por ese voraz y ansioso ser tratará de escapar,
pero... ¿Cómo hacerlo? si una y otra vez ella usa un arma infalible,
atrayente, seductora. Una mortal trampa revestida de, a simple vista, el
más inocente, el más entregado, el más incondicional, el más puro...amor.
Cuenta la leyenda que
el príncipe, ¿despertó a una princesa?