Quise esconderme en ti,
quise huir de mí, pero no te encontré. Te he buscado bajo la lluvia donde sueles estar para
mí, pero no te encontré. Las gotas de fría lluvia lavan mis lágrimas. No te encuentro, y no sé qué hacer...
De nuevo estoy en mitad
de todo, tratando de mantener el equilibrio y me cuesta hacerlo sola. En el
centro del huracán no reina precisamente la paz.
No puedes ayudarme,
nunca te hablo de mis problemas, no sabes que los tengo. En tu mundo soy una
diosa, en el mío la más insignificante de las mortales. Pero tú me haces
descansar, me sacas de aquí, dejo de pensar, de preocuparme. Concentro mis
cinco sentidos en ti y espero que tú hagas lo mismo.
No quiero hablarte de lo que me pasa, de lo que
pienso, de lo que siento, no, mejor no, eso sería arriesgarse a que me vieses
tal y como soy. Dejarías de ver en mí a la criatura sensual y sexual que
deseas, para verme sólo a mí. ¿Me
encontrarías entonces tan sumamente apetecible? ¿Seguirías estando loco por mí?
¿Volverías a decirme que me amas?
No puedo correr ese
riesgo.
Necesito seguir
teniendo un lugar al que escapar, un refugio, un sitio en el que cobijarme. Aunque no pueda hablar de almas ni de corazones, y ese espacio, abarque únicamente tu
cuerpo…